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Mubarak promete que no habrá revancha indiscriminada contra los islamistas por el atentado de Etiopía

Hosni Mubarak emergió ayer sereno y sonriente de uno de los balcones del palacio presidencial de Quba, para prometer ante una multitud emocionada que no habrá revancha indiscriminada por el atentado que sufrió el lunes en Etiopía. Eso sí, dijo, su Gobierno continuará combatiendo el terrorismo. La prueba más clara de que el presidente está dispuesto a desarticular los grupos de extremistas islámicos la dieron sus agentes, -que comenzaron a interrogar sospechosos mientras equipos de investigadores egipcios iniciaban pesquisas con la policía etíope en Addis Abeba.

Elogiado por la prensa oficialista como un héroe protegido por la intervención divina, Mubarak está gozando de una circunstancial popularidad que ha silenciado a la mayoría de los críticos del régimen."No me harán reaccionar con nerviosismo", declaró. "La prensa me va a preguntar sobre los derechos humanos, acusándome de abusos indiscriminados. No actuaremos indiscriminadamente. Trabajamos en el marco de la ley. ¿Por qué habría de tomar medidas contra egipcios?", dijo Mubarak mientras 5.000 hombres y mujeres coreaban su nombre.

Mubarak describió el atentado como una "obra de chiquillos" y aficionados, y reiteró que no sintió miedo. En El Cairo había ayer, por supuesto, otras opiniones. Algunos de sus adversarios criticaron el hecho de que Mubarak retornase a El Cairo inmediatamente después del atentado en lugar de acudir a la cumbre de la Organización para la Unidad Africana (OUA). "Mubarak pudo haber aprovechado ese foro para denunciar el terrorismo y demostrar que no teme a sus enemigos", comentó un opositor de izquierdas recordando cómo en 1956 Gamal Abdel Nasser esquivó seis disparos de pistola en pleno discurso y, sin darle mayor importancia al asunto, siguió hablando.

Ninguna de las organizaciones clandestinas empeñadas en derrocar al Gobierno para instalar un estricto régimen islámico se ha responsabilizado del atentado de Etiopía. Siguiendo la pauta dada por Mubarak el lunes, la prensa oficialista mantiene entre los principales sospechosos a los extremistas de la Yihad Islámica, a los que acusa de actuar con pleno apoyo de Sudán. Mubarak dijo que notó cierta confusión en el sistema de seguridad. "Los etíopes

crearon problemas con mis guardaespaldas. Les dijeron que no llevaran más de cinco armas, pero partimos con siete armas, todas en un solo coche", dijo.

Mubarak volvió a mencionar algo que podría implicar a ciudadanos de Sudán. El lunes declaró que el edificio desde donde partieron varios de los disparos contra su limusina nada más llegar a la capital etíope había sido alquilado a sudaneses. Desde el estallido de la violencia en Egipto, en 1992, Egipto ha acusado al régimen islamista de Sudán y al de Irán de entrenar, armar y financiar las actividades de la Yihad y su organización gemela, la Yarnaá al Islamiya. Ambos países niegato tajantemente todo vínculo con la subversión alegando que es producto del descontento popular con el régimen prooccidental de El Cairo.

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