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El cómico más popular del Magreb reivindica el humor árabe y musulman

Ahmed Sanoussi, censurado por "peligro para la seguridad" de Marruecos

Este hombre es un peligro para la seguridad del Estado. También un elemento dañino para la imagen de su país en el extranjero. En consecuencia, las autoridades le prohiben aparecer en la radio, la televisión y los teatros. Sólo le toleran, y eso de vez en cuando, apariciones en campus universitarios o locales de los partidos y sindicatos de oposición. Se reúnen entonces miles, incluso decenas de miles de personas. ¿Qué hacen? Ríen, tan sólo eso. Y es que este hombre, Ahmed Sanoussi, de 42 años, es un humorista, ni más ni menos que un humorista.

Aparece solo en escena y se pone a cantar, recitar poemas, interpretar monólogos y contar chistes. Al estilo de la halka marroquí, el teatro de la calle, y en línea con una tradición de humor árabe y musulmán que, según los eruditos, se remonta al mismo Mahoma.¿Quién dijo que el islam es incompatible con el humor? Sin duda, alguno de esos ignorantes que florecen tanto en las filas de los campeones occidentales de una nueva cruzada como en las de los movimientos integristas musulmanes. Es más bien al contrario. Mahoma, según recuerda el escritor iraquí Khalid Kishtainy en su Arab political humour (Quartet Books, Londres, 1985), es quizá el único profeta de las tres grandes religiones monoteístas del que nos han llegado los chistes que contaba. "Dotado de una rara receptividad, tolerancia, indulgencia y liberalidad" escribe Kishtainy, "Mahoma bromeó con sus companeros, rió con sus, bufones y recomendó humor a los creyentes".

Quizá porque el recuerdo del verdadero Mahoma estaba más fresco, los primeros siglos del islam fueron la edad dorada del humor árabe y musulmán. El marroquí Sanoussi reivindica tres grandes nombres de la edad de oro del humor musulmán: el del gran Al Yahiz, autor del Kitab al Bujalá o Libro de los avaros, el poeta lbn Rumi y el fabulista lbn al Mukafa, autor del Kalila y Dimna. Sus favoritos occidentales son Cervantes y Shakespeare.

Marruecos, un país donde la gente sonríe hasta en la desgracia y donde cada dos por tres se organiza una halka o corro callejero en torno a un contador de historias divertidas, nunca ha encontrado la menor oposición entre el humor y la piedad religiosa. Así que los problemas de Sanoussi, el hecho de que, según las organizaciones de derechos humanos, detente el triste título del artista marroquí más censurado, proceden de otra parte. Y este juglar bajo, regordete, de pelo oscuro y rizado y gafas de montura metálica, lo sabe. Todo el mundo lo sabe.

Hijo de un felah o campesino de El Yadida y criado en un suburbio, de Casablanca, Sanoussi, llamado artísticamente Bziz (El Insecto), es, según el diario parisiense Libération, "el cómico más hilarante del Magreb". "Sus canciones de protesta, sátiras políticas y actitudes cómicas le han convertido en un mito cultural", dice The New York Times.

"Todos los días", dice Sanoussi, "hablo con marroquíes que me cuentan historias tragicómicas de las que han sido protagonistas". Así saca el material para sus caricaturas sobre las miserias de la mayoría, el lujo provocador de la minoría y las frustradas esperanzas de apertura política y justicia social. Sus chistes bordean siempre zonas de riesgo, como cuando, hablando de la feroz sequía que padece el país, dice que lo único verde que se ve en Marruecos son los campos de golf. Sabido es por sus compatriotas que éste es el deporte favorito de la corte. Pero Sanoussi se cuida mucho de mencionar directamente al rey, aunque no ahorra sarcasmos a la hora de hablar de sus visires.

El humor de Sanoussi, quien sigue considerando que el artista "debe poner su talento al servicio de la libertad y los derechos humanos", se difunde en raras actuaciones que congregan a millares de personas y a través de una multitud de casetes piratas. Su próximo espectáculo se titulará Que Dios glorifique a la autoridad.

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