Las lecciones del pasado
Hace unos meses, sorprendido por la evolución de Izquierda Unida y por las declaraciones extravagantes de Julio Anguita, envié una breve carta a mis amigos de Izquierda Alternativa para manifestarles mis inquietudes e invitarles a reflexionar sobre la evolución del movimiento en que ellos se mueven y actúan. No tuve la respuesta que esperaba y una breve conversación con uno de sus principales animadores me llevó a la conclusión de que se había creado una enorme confusión incluso entre los elementos más valiosos de Izquierda Unida.Así las cosas, pensé que lo más oportuno era recurrir a la memoria histórica, sobre todo ahora, cuando parece que se difuminan los tabúes que impuso la transición, y hasta se recurre a las comparaciones con el pasado según las conveniencias de cada cual.
En mi carta a Izquierda Alternatíva les decía refiriéndome a la política de Anguita y el núcleo dirigente de Izquierda Unida: "Lo peor de todo es la política de 'tercer periodo' que Trotsky criticó con tanto talento. Stalin decía entonces que 'la socialdemocracia y el nazismo eran hermanos gemelos' y por eso llevó al Partido Comunista alemán al frente único con Hitler en el plebiscito de Prusia".
Yo me dirigía a militantes con cultura política, con la pretensión de incitarles a la reflexión. Y por eso simplifiqué un poco. Pero aquí es necesario recordar que las fórmulas brutales de Stalin correspondían a toda una política que llevó al desastre a los trabajadores de Alemania y tuvo consecuencias gravísimas para todos los pueblos de Europa. El simplismo de esta política consistía en proclamar que el enemigo número uno era la socialdemocracia alemana, a la que había que destruir a todo precio. Pero a esto se añadía que la victoria de Hitler abriría las puertas al triunfó del Partido Comunista y a la revolución proletaria en Alemania.
Todos sabemos hoy que este delirio era absurdo y criminal. Sin embargo, es necesario recordar que la política del "socialfascismo" no quedó recluida en Alemania. Por orden del Kremlin, fue impuesta a todos los partidos comunistas de Europa, y en particular a los partidos de Italia y España.
En 1931-1933, el Partido Comunista de Italia, dirigido por Togliatti, se opuso violentamente, en la clandestinidad y en el exilio, a la acción común con los socialistas, maximalistas o reformistas, en la lucha contra el fascismo.
Por suerte, esta política aberrante fue combatida con energía y con talento por dos de las grandes figuras de la época: León Trotsky y Antonio Gramsci. Me parece muy oportuno recordar que Trotsky, desde su exilio de Prinkipo (Turquía), y Gramsci, desde la prisión de Turi di Bari, sin ninguna posibilidad de comunicarse, llegaron a posiciones idénticas y manifestaron su desacuerdo total con la línea de Stalin para Alemania y para Italia. Los dos reclamaron insistentemente el frente único y la resistencia obrera al fascismo junto con los partidos socialistas y esbozaron "una política de transición que incluía la posibilidad de una restauración de la democracia burguesa en Italia tras la caída del fascismo".
Entre 1931 y 1933, Trotsky, pese a las condiciones precarias de su exilio, pudo escribir bastante y nadie denunció tan brillantemente y con tanta perseverancia lo que representaba para los trabajadores y para el destino de los pueblos de Europa el "nacionalsocialismo" de Hitler. Gramsci no pudo asumir el mismo papel desde su cárcel, donde estaba aislado del mundo y sólo le llegaban los ecos apagados de las grandes batallas de la época. Pero, además, estaba más aislado que nunca porque no comulgaba con la línea de Stalin y comenzaba a ser "sospechoso" para Togliatti y demás.
Quizás convenga decir ahora que la política del "socialfascismo" de Stalin tuvo sus repercusiones en España. El 14 de abril de 1931, el equipo dirigente del Partido Comunista, prisionero de un radicalismo sectario y grotesco, y que, por cierto, había sostenido la política de Stalin en Alemania, rechazó la "república burguesa" y lanzó la consigna del "poder a los sóviets ". Por fortuna, había en España dos organizaciones comunistas independientes, el Bloque Obrero y Campesino, de Joaquín Maurín, y la Oposición de Izquierda, de Andreu Nin y Juan Andrade (que en 19.35 se fusionaron para formar el POUM). Maurín, Nin y sus camaradas salvaron el honor del movimiento comunista de entonces con políticas liberadas de la tutela del Kremlin y fundadas en los intereses de los trabajadores de nuestro país. Y, a este respecto, vale la pena destacar que Maurín y Nin coincidieron perfectamente con Trotsky Y con Gramsci en la condena del "tercer periodo" y del "socialfáscismo" de Stalin, en la política de frente único obrero en Alemania, en Italia y en España.
Entre 1931 y 1933, el Partido Comunista español, prisionero todavía del sectarismo del "tercer periodo", cambió de dirigentes, pero no de orientación. El equipo de Bullejos-Adame fue reemplazado por el equipo de José Díaz-Jesús Hernández tras las directivas apropiadas del Kremlin. Y esas, directivas siguieron siendo igualmente sectarias y desfasadas. Maurín, desde La Batalla, y Nin desde Comunismo y otras publicaciones, fueron muy críticos con la política de los republicanos y de los socialistas, pero jamás cayeron en los insultos procaces y en la demagogia barata y chabacana de la prensa estalinista. Jamás se les ocurrió decir, por ejemplo, que el enemigo número uno era el Partido Socialista y que, había que destruirlo. Y la mejor prueba de ello es que, después de la victoria de las derechas en 1933, exigieron una rectificación del Partido Socialista y batallaron por la unidad de acción contra la coalición Gil Robles-Lerroux. Fueron ellos los que, inspirándose en las lecciones del movimiento obrero en Alemania y plenamente conscientes de lo que representaba Hitler para Europa, forjaron la Alianza Obrera en Cataluña (que se extendió pronto a Madrid, Valencia y Asturias) para hacer frente a la crisis política y social que se avecinaba y que nos llevó al movimiento revolucionario de octubre de 1934. Y el Partido Comunista, que criticó desde el principio la Alianza Obrera, terminó Por pedir el ingreso en ella. Luego, Moscú hizo el viraje que le condujo al Frente Popular.
¿Puede servir de algo la evocación de la época a que acabo de referirme? Sinceramente, creo que sí. Pero a condición de valorar bien las cosas. No se trata de repetir mecánicamente nada, de copiar sin ton ni son. La creación, la innovación, casi siempre es mejor que la copia. Hay que ver las cosas de una manera concreta. Alguien me dijo recientemente: "¡Cuidado, Aznar no es fascismo!". Y yo, que siempre he reaccionado contra los que califican de fascista cualquier actitud reaccionaria, le contesté: "Es posible. Pero detrás de Aznar hay un bloque de fuerzas reaccionarias que no busca esa alternancia que se jalea tanto hoy en Europa entre los partidos que practican el consenso en las cosas fundamentales. Y ese bloque quiere la revancha y la destrucción del PSOE. Por consiguiente, el chalaneo, la complicidad y la acción común con Aznar es política y estéticamente inmoral. Todos conocemos los graves errores y las penosas faltas del PSOE y muchos lamentamos que sus dirigentes no se hayan dirigido al país para explicarse a fondo y mejor. Pero entregar a la derecha el gobierno de la Comunidad de Asturias y la alcaldía de Málaga sería absolutamente escandaloso. En fin, si no hay una rápida rectificación de la política de Anguita, pasara con Izquierda Unida como con la famosa "catarsis griega". La alianza con la derecha llevó al Partido Comunista de Grecia al desastre, y Papandreu, pese a sus achaques y a sus monumentales errores políticos, está de nuevo en el poder en Atenas.
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