No hay cura
La inválidez de los toros no tiene cura. Los toros siguen inválidos sin posible remisión, da igual que los, toreen figuras o modestos, que salgan en Madrid o en la playa. Se caen todos. Los de la corrida dominguera se cayeron uno a uno hasta contar siete. Se cayeron los cinco titulares, se cayó el sobrero y el sustituto que hacía sexto, se cayó más que ninguno.Hace unos años (no tantos) en estas corridas domingueras sacaban el toro íntegro, es verdad que para la torería modesta, y se resarcía la afición de los toros falsos, los novillos adelantados, los eralotes regordíos y otras trampas que solían montar en la feria de San Isidro. La consecuencia era que se descubría el pastel: hay toros -comentaba la afición con el natural disgusto-, sólo que las figuras no los quieren.
Fraile / Blázquez, Caballero, Tato
Cinco toros de Juan Luis Fraile, desiguales de presencia, inválidos; 1º anovillado e inválido, devuelto.Sobrero de Los Bayones, cinqueño con cuajo, renqueante. 6º de Jiménez Indarte, con trapío, inválido total. Victor Manuel Blázquez, que confirmó la altemativa: estocada baja, rueda de peones, tres descabellos y se echa el toro (aplausos y saludos); tres pinchazos bajos y estocada corta caída (silencio). Manuel Caballero: pinchazo, estocada y rueda de peones (silencio); metisaca bajo y media atravesada trasera (silencio). El Tato: estocada honda perpendicular caída y descabello (oreja); pinchazo y estocada caída (aplausos), Plaza de Las Ventas, 25 de junio. Más de media entrada.
La estrategia es ahora que el toro ruinoso, el toro enfermo o quizá drogado incapaz de dar dos trancos sin pegarse un batacazo, salga para todo el mundo. Las figuras quedan así libres de sospecha y además nadie tiene la oportunidad de quitarles sus, puestos de privilegio; nadie puede demostrar su poderío, nadie su arte cabal para lidiar reses bravas y torearlas como Dios manda, si es que al guien queda por ahí dotado de semejantes atributos.
El Tato, sin ir más lejos, parecia que sí. El Tato toreó a su primer toro con hondura y ganancia de terrenos. No siempre, pues, según las tandas, perdía los pasos dichosos, escondía atrás la pierna contraria, metía el pico embarcaba medio tumbado, ya que para combinar ese arsenal de trucos los artistas necesitan tumbarse. Pero en alternancia con lo anterior, rematado el, pase ya le estaba pisando el terreno al toro, ya le ligaba la suerte, ya se lo traía. toreado con la cargazón debida. Y el público respondía a lo de esta manera toreado con verdadero entusiásmo.
Hubo una excelente tanda naturales del corte dicho, abrochada sin solución de continuidad al pase de pecho de cabeza a rabo, y en ese. preciso fulgor de toreo puro se pusieron en pie los paisanos procedentes de Aragón y los llegados de cualquier parte; el público en general, los aficionados, los japoneses, los, militares sin graduación. Es lo que tiene el toreo auténtico: que produce un sentir extraño; un, encantamiento que arroba el alma.
El otro toro que le correspondió a El Tato, hierro Jiménez Indarte, estaba inválido y el individuo del castoreño lo acábó de liquidar mediante una alevosa carioca unida a un puyazo destructor inspirado en la ley de la selva. Quedó en estado comatoso el toro y daba pena verle claudicar bajó la lluvia cada vez qué intentaba embestir. Finalmente se desplomó y el canto de esta uña monda faltó para que hubieran de apuntillarlo.
Manuel, Caballero pasó sin pena ni gloria en la misma función. Pegapases vocacional, aplicó sin mesura su furor pegapasista a sendos borregos inválidos, y semejante tarea no provocó ninguna alegría. Confirmó Caballero la alternativa a Víctor Manuel Blázquez, según anunciaban los carteles, pero debía de ser mentira. Las alternativas consisten en que el diestro más antiguo cede su toro al más moderno, y aquí el antiguo era precisamente Víctor Manuel Blázquez. De manera que, concluída la ceremonia con los abrazos de rigor, nadie le cedió nada: mató su toro, el que le correspondía por antigüedad.
Lo hizo con manifiesta valentía y voluntad de agradar. Topón y renqueante aquel cinqueño cuajado de Los Bayones, no admitía florituras, pese a los cual le administró Blázquez un toreo variado. Su segundo toro se rompió un cuerno por la cepa en el choque brutal contra la acorazada de picar, y en honor de la ética y la estética, no le hizo faena: se limitó a matarlo. Poca suerte tuvo Víctor Manuel, Blázquez en la confirmación de alternativa. Claro que no era Confirmación de alternativa, ni nada. Vino a Madrid, le dio Manuel Caballero par de efusivos abrazos y eso fue todo.
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