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LA GUERRA DE LOS 'TORIES'

Una agónica relación con Europa

El ejemplo más claro de la mentalidad con la que el Par tido Conservador británico ha abordado su relación con la comunidad europea lo dio hace apenas dos semanas la gran ideóloga del partido, la omnipresente Margaret Thatcher. En una entrevista con el periodista David Frost ante las cámaras de la BBC, la en vejecida dama de hierro, se quejó amargamente de los errores de su sucesor, John Major, al que calificó de no ser lo bastante Conservador -con C mayúscula-. Para ilustrar sus quejas, Thatcher tomó las relaciones con Europa como ejemplo esencial. "Donde yo solía decir no, no, no, ahora se contesta sí, sí, sí", afirmó.Lo cierto, sin embargo, es que en momentos cruciales para el crecimiento político de la Unión Europea (UE), la ex primera ministra, también dijo sí. Por ejemplo, dijo sí al Acta Única que entró en vigor en 1987, pese a que su voz fue siempre una nota discordante en Bruselas a la hora de debatir cualquier asunto que pudiera traducirse en una pérdida de independencia, siquiera formal, del Reino Unido.

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La ex primera ministra ha asegurado después que ella nunca hubiera firmado el Tratado de Maastricht. En todo caso, para John Major su ratificación en el Parlamento en julio de 1993 fue uno de los peores tragos de su carrera política. El trámite sólo se salvó tras conseguir Major que se aceptara un voto de confianza.

PÍldora difícil de tragar

La agónica relación del Partido Conservador con Europa -la mayor causa de división interna entre los tories- no es, con todo, sino el reflejo de la propia dualidad con que e ciudadano británico vive e proceso de integración europea. La contribución presupuestaria a la UE sigue siendo una amarga píldora difícil de tragar cada vez que el tiempo llega al Parlamento. Y no sólo por parte de los diputados euroescéptícos, sino por la opinión pública. La UE se ve como una alianza franco-alemana desde el otro lado de canal de la Mancha, sin que los ciudadanos acaben de en tender el sentido político y e funcionamiento de unas instituciones que en todo caso se situán en el continente. Es decir, en un territorio lejano.

Algunos analistas político han culpado, sin embargo, lo políticos conservadores de ser los culpables de este esta do de opinión de los británicos, por haber proyectado una imagen distorsionada de Bruselas. Sea como fuere, la cosas parecen estar cambiando lentamente. Hace apena un mes, un amplio debate televisivo demostró que la opnión favorable a la UE ha aumentado considerablemente entre los ciudadanos del Reino Unido.

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