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Tribuna:
Tribuna
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Al revés

A mí lo que me saca de quicio es la contradicción. Ejemplo: vivimos en la era de la informática pero llevo, por lo menos, desde el asesinato de Kennedy, sin enterarme de quién mató a quién o de quién metió mano en el dinero público, o de quién espió a sus semejantes; y mucho menos de quién mandó matar, meter mano o espiar. Ejemplo: tenemos un Cesid dotado de los artilugios más sofisticados, pero los pone en manos de una peña capaz de enterarse de qué desodorante para el pubis usan las Koplovitz, pero absolutamente culpablemente ineficaz a la hora de rastrear al comando Madrid. Ejemplo: disponemos de un partido en el Gobierno teóricamente compuesto por progresistas que sólo quieren nuestro bien, pero es la derecha, de la que desconfiamos históricamente, la que en este momento pide justicia y luz. Ejemplo: hay un periodismo formado en el resentimiento y crecido en el cultivo del agravio que se desahoga en columnas y tertulias, pero el comportamiento de nuestros gobernantes, en lugar de desautorizarlo, lo carga de razones. Ejemplo: queríamos ser otra cosa, pero al paso que vamos nos convertiremos en quejosos farfulleros como el taxista habitual, o como Encarna.Así que yo me digo: tranquila, Maruja, ponte a ver sólo inocentes series de televisión en las que la mentira es inocente. Y entonces ocurre que la protagonista de Alto riesgo, mi serial predilecto, con la que me identifico, va y le gusta Julio Iglesias, y que, en Secretos de familia -la telenovela que mantiene enganchados a los catalanes-, la pelea entre el malo y el bueno, que todos esperábamos con fruición, parece haber sido rodada por la madre de Bambi, lo cual resulta bastante intolerable si tenemos en cuenta la estupenda tradición de guerras civiles de la que venimos.

¿Cómo no voy a estar de mala leche?

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