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Oraciones, humo, cristales y lágrimas

Florencio Herrero, de 71 años, coadjutor de la iglesia del Carmen y de San Luis, oficiaba como de costumbre la misa de siete ante una treintena de feligreses.

A escasos metros de la puerta de su iglesia, dos policías municipales cerraban el cinturón de seguridad desplegado, en la conjunción de las calles de Carmen y Salud, para impedir el paso de transeúntes en dirección a Callao y, de este modo, protegerlos de la amenaza terrorista.

El sacerdote comenzaba el rezo del Padre Nuestro cuando escuchó el poderoso estruendo. Nadie se movió en la iglesia, cuya bóveda tembló. Dudó un instante, pero continuó celebrando.

Juan Monje, camarero de La Oficina, frente a la iglesia, se hallaba apoyado sobre la cristalera de la cafetería a la espera de su apertura. Monje vio llegar a los agentes municipales. Uno de ellos, sin gorra, se atusó el cabello para peinarse dentro del porche del escaparate de una óptica próxima.

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"De pronto, por la calle del Carmen descendió un torbellino de humo, polvo y cristales", cuenta el camarero Monje. "Algo como de hierro golpeó en una jardinera y fue a rebotar sobre el rostro y el pecho del agente que se atusaba. Cayó al suelo mientras su compañero se cubría".

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Sangrando en el suelo

El policía se llamaba Jesús Rebollo y se encontraba a unos 100 metros en línea recta del lugar donde un Opel Omega de color azul metalizado con explosivos, robado días atrás en el barrio de Moratalaz, acababa de estallar en mil fragmentos, calle del Carmen arriba, entre los edificios de los grandes almacenes culturales franceses FNAC y de Galerías Preciados.Florencio Esteban, de 48 anos, se echó a la calle cuando presenció cómo el contiguo hotel Liebany temblaba. "Salí a la esquina. Un policía municipal estaba tendido sobre el suelo. Sangraba abundantemente por la cara. Su compañero sujetaba con un brazo su cuello y, con el otro, nos hacía gestos para que nos acercáramos a socorrerles", cuenta Esteban.

"En cuestión de uno o dos minutos acudió un coche de Samur [servicio municipal de urgencias médicas] y el personal estuvo reanimando al herido un buen rato sobre el suelo. Luego se lo llevaron al Hospital Clínico a toda velocidad", cuenta.

."Al poco, el otro agente vino al hotel a lavarse. Estaba lleno de la sangre de su compañero. Cuando se quedó solo, se echó a llorar en silencio", añade Florencio Esteban. "Creo que ya sabía que iba muy malherido".

Jesús Rebollo murió al ingresar en el hospital. El alcalde, José María Álvarez del Manzano, que decretó dos días de duelo, le concedió la medalla de plata de la ciudad. El agente tenía una "magnífica hoja de servicios, un historial muy brillante", según informó el Ayuntamiento. Estaba condecorado con la medalla de la Policía Municipal de Madrid y contaba con varias menciones honoríficas.

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