Abordaje al palacio de Pontevedra
Más de 300 marineros asaltan la Diputación para exigir que se les entienda
ÓSCAR GONZÁLEZ El sindicalista Xabier Aboy se rió cuando el vicepresidente de la Diputación preguntó si se trataba de algo parecido a la toma del Palacio de Invierno. En unos minutos, cientos de marineros de la comarca del Morrazo -llegados de Cangas, Marín, Bueu y Moaña- se habían introducido en el Palacio Provincial al dictado del plan trazado. La puerta del edificio, construido a comienzos de siglo, se cerró de golpe sin que los funcionarios se percataran de lo que ocurría.
Como una exhalación, más de 300 marineros que faenan en el banco sahariano -inactivos desde hace un mes por la falta de un acuerdo hispano-marroquí- ocuparon recibidor, oficinas y el salón de sesiones, una amplia estancia que cuenta con una gran balconada. Unos desplegaron en la fachada una gran pancarta, otros alcanzaron el tejado. El más osado, tocado con un gorro de papel, se sentó encima del escudo provincial, en todo lo alto.
Poco a poco, los funciona rios abandonaron su lugar de trabajo que iba siendo ocupado por los marineros de los barcos que faenan en el banco canario sahariano. Hace unas semanas, intentaron retener el barco que hace la travesía entre Cangas y Vigo, y desde entonces se les conoce como "los del Catamarán ". Hartos de enviar decenas de telegramas al presidente de la Xunta para pedirle audien cia, a los marineros se les agotó la paciencia y optaron por acciones más expeditivas.El vicepresidente de la Diputación, Bernardo López de Abadín, seguía intentando por la tarde, desde su despacho, gestionar una entrevista con Manuel Fraga y con el ministro de Pesca. La consigna de los Ularineros seguía en su sitio: o concretaban una de esas dos cítas o no abandonarían el encierro.
En el salón de sesiones, los escaños se vieron ocupados por marineros con bolsas plásticas de hipermercado en cuyo interior estaban los bocadillos. El responsable de Pesca de la Convergencia Intersindical Galega (CIG), Xabier Aboy, se reunía mientras con otro grupo en la sala de juntas.
Los trajes y las corbatas que visten quienes utilizan la estancia se cambiaron por zapatillas deportivas y vaqueros. En otro despacho, un grupo revolvía papeles hasta descubrir las nóminas de los funcionarios. Un marinero con acento canario preguntaba cómo podía llamar por teléfono a las islas.
Llegó la hora de comer, y se organizó una incursión al supermercado para traer botellas de agua, fiambres, latas de refrescos y otras viandas. El sindicalista Aboy quiso saber cómo era el baño del presidente de la Diputación para ver si estaba decorado con detalles suntuosos. A él lo que realmente le molesta es que no lo reciban para hablar del futuro de los marineros que temen por sus puestos de trabajo. Quiere una entrevista con el presidente de la Xunta. "Si Fraga recibe a personas de la tercera edad o al equipo de balonmano de mi pueblo, Cangas, por qué no se digna a recibimos a nosotros".
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