Sobre pájaros y elecciones

Cuando en la noche del día 28 al 29 de mayo seguía, como casi todos los españoles, la exposición televisiva de los resultados de las elecciones autonómicas y municipales dormitando en el sofá, algo me sobresaltó: hablaba el nuevo orden fuerte de España y una masa alborotada le aclamaba. Nada nuevo, pensé, la escena me era familiar, la había visto en el año 1982; aunque con otros protagonistas, tampoco en aquel entonces mi corazón estaba al lado de lo que estaba viendo.Pero mi sobresalto se volvió inquietud y una fría corriente fustigó mi espina dorsal; había demasiadas águilas en aquella plaza, la bandera de todos los españoles era de esta manera secuestrada por viejos fantasmas que quizá estuvieran resucitando esta noche. Fantasmas amparados en la democracia, pájaros de dolor y desencanto que volaban de nuevo.

Tengo 30 años y, por tanto, políticamene sólo he vivido la democracia y me declaro profundamente demócrata; como tal, respeto y acato la victoria de Aznar, como en su día hice con la de González (aunque las dos me duelen), pero, también como demócrata, me veo en el derecho y en la obligación de pedirle al señor Aznar que enjaule rápidamente a esas águilas o que las expulse de su casa antes de que se tornen buitres.-