Sangrientos bombardeos de las fuerzas serbias en varios puntos de Bosnia
La respuesta de los jefes militares serbios a la decisión de las potencias occidentales de reforzar el contingente de la ONU en Bosnia y de poner en marcha una fuerza de intervención rápida fue ayer inequívoca y de efecto devastador: intensificación de los bombardeos en diversos puntos de la antigua república yugoslava, que sólo en Sarajevo causaron cinco muertos y más de diez heridos.
Los cinco muertos eran todos civiles, procedentes del barrio de Dobrinja, al lado del aeropuerto. Fue por la mañana. Salían del túnel subterráneo que recorre el aeropuerto y por el que transita a diario media Sarajevo. Entran y salen de la ciudad como topos cargados de bultos, de comida, de ilusión. Es la única arteria que une la ciudad con el exterior.Los muertos tenían gesto abrupto, desencajado. Víctimas de la sorpresa. La cara ensangrentada. Estaban despeinados y con la boca entreabierta. Como muñecos de cera. En el hospital mientras, los médicos se afanaban con los vivos. Cinco de los 10 heridos iban muy graves Poco después, a mediodía, en el céntrico barrio de Alipasino Polje, otra granada causó heridas a cuatro personas, entre ellas una niña de 14 años. Por la tarde, dos granadas de mortero cayeron muy cerca de la residencia del general Rupert Smith, comandante de Unprofor.
Radio Sarajevo informó de bombardeos serbios en Maglaj (dos muertos y varios heridos) Gorazde (un muerto y siete heridos) y en el enclave de Bihac (diez "víctimas civiles" que la emisora no especificó si eran muertos o heridos).
Los peores días de Sarajevo vuelven a asomarse por las montañas que la cercan, repletas de radicales serbios vestidos con todo tipo de armas pesadas sustraídas de los depósitos (mal) protegidos por la ONU. Los peatones vuelven a cargar con pesadísimos bidones de agua, caminando kilómetros por el lujo de poder lavarse el cuerpo. Las esquinas, esas puertas misteriosas, se pueblan siempre de gentes delgadas que se arraciman asustadas para emprender una loca carrera hacia el muro de enfrente, hacia la seguridad.
Mensajes garabateados a mano, con la advertencia Pazi snajper ("cuidado con los francotiradores") sirven de guía para el caminante. Son un mapa siniestro y muy preciso para sobrevivir en la ciudad. Los tranvías, que hacen una semana recorrían envalentonados la avenida de los francotiradores, han vuelto tristes a las cocheras. Algunos van teñidos de sangre. Camiones reventados, sin ruedas, bloques de cemento para casas inexistentes, contenedores por cuyos agujeros labrados a balazos se puede ver la cara del riesgo sirven de parapeto para la desgracia.
La suerte de Sarajevo parece unida por un cordón umbilical a la crisis de los cascos azules rehenes de los serbios. La estrategia de la tensión llevada a cabo por Radovan Karadzic, líder de los serbios de bosnia, tiene también su tentáculo en estas calles. Sarajevo sigue siendo el mejor barómetro para medir la paciencia de Occidente. De hecho, la mayoría de los rehenes fueron capturados en los alrededores de la ciudad.
'Nuevo nacionalismo'
Ayer, casi coincidiendo con el ataque a Dobrinja, el general Ratko Mladic repitió la última y poco esperanzadora tesis: no se producirán nuevas liberaciones de rehenes mientras la OTAN no garantice que no habrá más ataques. En un ejercicio de nuevo nacionalismo, los serbios de Bosnia han rechazado, al menos de forma pública, la posibilidad de que el presidente de Serbia, Slobodan Milosevic, se apunte otro tanto en la mediación, pues fue él quien al parecer logró la liberación en la noche del viernes de 120. "Nosotros somos quienes controlamos a los cascos azules ", dijo ayer Mladic. La "dinámica de la liberación", como la llamó el sábado Gary Coward, portavoz de las fuerzas de protección de la ONU (Unprofor) en Sarajevo, parece hoy estancada.MIadic, que es quien lleva el peso de la crisis de los rehenes, dice que, tras la liberación de 120 hombres, la mayoría franceses, ahora es el turno de la otra parte, es decir, el de un buen gesto de Occidente. Los otros 260 rehenes tendrán que esperar. Entre ellos se encuentran los españoles: el capitán José Antonio Romero, detenido en Pale, y el comandante Manuel Cortés, en el aeropuerto de Banja Luka, al norte de Bosnia. Unprofor no espera una liberación inmediata. La solución será laboriosa.
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