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La avalancha silenciosa

Miles de estudiantes abarrotan las bibliotecas públicas para preparar los exámenes finales de junio

Con los exámenes de junio llegó la tradicional avalancha de alumnos con urgente necesidad de un sitio silencioso para estudiar. Un ejemplo: los 130.000 alumnos de la Universidad Complutense se reparten 6.230 plazas disponibles en las distintas facultades del campus. Los estudiantes reclaman, además de sitio por el día, un lugar por la noche: actualmente, en Madrid, los universitarios no pueden encontrar ninguna sala de estudio pública a partir de las diez de la noche. Hasta el curso pasado, la biblioteca Marqués de Valdecilla, situada en el número 3 de la calle de Noviciado y perteneciente a la Universidad Complutense, ofrecía sus 360 plazas durante las 24 horas al día. Pero lo de estudiar a horas intempestivas se terminó en septiembre de 1994 debido a una reforma de esta sala. La sobreocupación bibliotecaria se aprecia en todas las salas. En la emblemática y reluciente Biblioteca de Humanidades de la Universidad Complutense, creada en 1992, el pasado viernes, los 868 puestos de lectura estaban copados desde las nueve de la mañana. El director de este centro, Javier de Jorge, conoce los problemas de los alumnos: "Hace una semana recibí un escrito firmado por 500 estudiantes que me reclamaban que abriera la biblioteca los fines de semana", señala De Jorge, quien matiza: "Lo que los alumnos no saben es que para abrir por la noche o los fines de semana hace falta mucho dinero. Además, hay que comenzar a dejar claro si el objetivo de una biblioteca es el de servir como centro de información o como simple sala de estudio", prosigue De Jorge.Y aporta datos: de las 3.000 personas que visitan diariamente en estas fechas su biblioteca, tan sólo 300 han solicitado algún libro. El resto se limitó a sentarse y repasar apuntes.

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"No sé si es de recibo dedicar un presupuesto de época de crisis a convertir las bibliotecas en simples salas de estudio; el problema es de fondo: la universidad está masificada y no da para más", añade el director de la Biblioteca de Humanidades.

Claro que a los alumnos, agobiados por el número de exámenes que tienen que afrontar en pocos días, estas sutilezas les dicen poco. Lo único que piden es un sitio silencioso, y a ser posible con aire acondicionado.

En todas las bibliotecas del campus de la Ciudad Universitaria ocurre lo mismo: a las nueve de la mañana, hora de apertura, la sala se llena. Se puede recurrir al viejo truco de robar la silla de un compañero y encontrar un rincón en cualquier mesa. En la Facultad de Historia, ante la avalancha, han habilitado dos clases que a partir del lunes servirán como improvisadas salas de estudio.

En la Universidad Autónoma (35.000 matriculados), la lucha por conseguir un sitio para estudiar es similar. Las ocho bibliotecas del campus de Cantoblanco están abarrotadas de cabezas gachas, mirando fijamente los apuntes.

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"Como te descuides, si vas al cuarto de baño se tiene que quedar alguien guardando el sitio. En segundos, te quedas sin él", explica Sandra, alumna de la Facultad de Derecho.

Los alumnos de la Universidad de Alcalá de Henares son los más privilegiados. La biblioteca de la Facultad de Derecho ha ampliado su horario en los meses previos a los exámenes, hasta las dos de la madrugada y de diez de la mañana a siete de la tarde fines de semana. A pesar de esta concesión, conseguir una de las 230 plazas de lectura se convierte a diario en una auténtica lucha.

Colas de hasta 200 estudiantes se forman estos días a las puertas de las 17 bibliotecas públicas de la ciudad. No van a consultar libros. Todos llevan sus propios libros y los apuntes bajo el brazo.

Pero algunos se tienen que quedar fuera. Los 2.600 puestos de lectura no son suficientes para todos los estudiantes que acuden a estas bibliotecas de la Comunidad de Madrid.

Buscan un rincón tranquilo donde poder estudiar. Los usuarios habituales que acuden a las salas de lectura a leer el periódico, consultar el Boletín Oficial del Estado (BOE) o alguno de los voluminosos libros que reposan en las estanterías no pueden hacer nada frente a esta avalancha estudiantil.

"En casa es imposible tener la concentración y el silencio que tenemos en una biblioteca. Además no perdemos tanto el tiempo. Pero es tan difícil encontrar sitio", explica Raquel Marcos, alumna de segundo curso de Derecho y asidua por las mañanas a la Biblioteca Central (Felipe Hermoso, 4). Pasadas las 8.30, hora de apertura, todos los puestos están ocupados.

En la Biblioteca Regional (Azcona, 42) se repite esta misma situación. "Estamos abarrotados", explica el subdirector de este centro, Javier Rincón, quien se queja del uso que hacen los estudiantes de las bibliotecas. "Cumplimos una función que no nos corresponde, porque la biblioteca está para que la gente venga a consultar libros, y los estudiantes sólo estudian apuntes. Tenemos que tomar medidas", asegura este portavoz de la Biblioteca Regional.

Todavía no se ha cumplido un mes desde su apertura -el pasado día 14 de mayo abrió sus puertas-, y la biblioteca de Vallecas (Extremeño, 5) ya está a tope. Los 118 puestos de lectura y consulta son ocupados por estudiantes, que apuran los últimos apuntes. "Nos miran mal porque sólo venimos a estudiar", se queja Esmeralda, en la biblioteca municipal de Ciudad Lineal.

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