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Una operación genial

Juan José Millás

La realidad camina a saltos, incluso a saltos hacia atrás. Ahora, por ejemplo, va a gobernar en la Comunidad Ruiz Gallardón, y con mayoría absoluta; o sea, que tenemos un gran futuro por detrás, o toda la vida a las espaldas, como quieran. Parece que, cuando le llamó Fraga para felicitarle, el ganador respondió que el triunfo no habría sido posible sin su ayuda, sin la ayuda de Fraga, que es a lo que me refería con lo del salto atrás. También afirmó en una entrevista que su padre le había echado una mano desde el cielo, y eso es otro salto atrás, la verdad, como cuando Aznar afirmó que "el de arriba" le había salvado de morir porque conocía su cita con 10.000 mujeres en un polideportivo, o algo así. Yo creo que todo lo que sea invocar a los muertos, o a Dios o a Fraga, que es un gallego sacado del apocalipsis, representa un salto atrás; es decir, un regreso al paleolítico, qué le vamos a hacer.Y eso que Ruiz Gallardón no es nada cavernario, qué va. Da gusto oír cómo se expresa, sobre todo si un momento antes ha tenido que escuchar a Álvarez del Manzano. Ruiz Gallardón es un sujeto fronterizo; es decir, que vive en los límites del PP por culpa de que lee mucho y escucha mucha música. A lo mejor es una ingenuidad, pero yo creo que una persona medianamente cultivada llega un momento en que corta los hilos con el más allá en general, y con Fraga en particular. Lo que ignoramos por completo es qué país ideológico hay al otro lado de esa frontera en la que vive Ruiz Gallardón. A uno le parece que podría ser el PSOE, si no se tratara de un partido tan manchado por los vicios característicos de la derecha, de la que procede el interesado. Decía Alex Grijelmo en estas páginas que el nuevo presidente le ha ofrecido, o está a punto de ofrecerle, a Leguina un puesto honorífico en la Comunidad, además de proponerle que el Leguidú se llame Leguidú, y eso es como un síndrome de Estocolmo: a lo mejor Ruiz Gallardón ha vivido estos años secuestrado por el encanto de Leguina, que ha leído más que él; no lo sabemos. Lo que sí sabemos, porque lo dicen los análisis, es que al PSOE, globalmente hablando, le ha ido menos mal de lo. que se merecía, así que le pisa los talones al PP. De manera que si, de aquí a las elecciones, los socialistas hicieran un par de gestos in dicativos de que comenzaba el "cambio del cambio" lo mismo volvían a ganar las generales, y por mayoría absoluta. La operación genial en este sentido sería fichar a Ruiz Gallardón como sucesor de Felipe. Si el PSOE hace eso, arrasa. Olvídense de los fichajes de Garzón y Cía., o del de Verstrynge, que no fue un fichaje, sino una caída: o sea, que el alevín andaba haciendo tonterías por el borde de una tapia y se cayó al PSOE como se podía haber caído al PC, o a lo que hubiera habido debajo en ese instante. Lo de Ruiz Gallardón es otra cosa, no tiene nada que ver: este hombre es el sueño de un electorado perplejo, que se dirige a la frontera del siglo XXI con la mirada turbia de un boxeador sonado en busca de las cuerdas. Para ese electorado, Ruiz Gallardón constituye la suma de la tradición de la que procedemos y del futuro que tenemos por detrás. En lo que se equivoca es en la etiqueta. Un temperamento como el suyo tendría más posibilidades con certificado de origen del PSOE, una organización experta en saltar hacia atrás provocando la ilusión óptica de ir hacia adelante. En cualquier caso, el techo electoral del PP está demasiado cerca del suelo del PSOE. Entre un techo y un suelo tan próximos no hay más remedio que caminar con la cabeza agachada, humillada, que es lo que hemos hecho siempre, por otra parte, los ciudadanos de este país. Qué vida.

Por si fuera poco, ahora estamos ante un salto cualitativo, un salto cualitativo hacia atrás que comenzó en el 82, aunque entonces no nos dimos cuenta. Y hemos llegado tan alto que todavía no se ve el lugar de la caída. Lo único seguro es que abajo no hay red, o sea, que Dios nos coja confesados o que nos eche una mano, como a Aznar; cualquier cosa menos caer en los brazos de Fraga, que era la bestia apocalíptica de la que huíamos cuando nos sorprendió la democracia.

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Sobre la firma

Juan José Millás
Escritor y periodista (1946). Su obra, traducida a 25 idiomas, ha obtenido, entre otros, el Premio Nadal, el Planeta y el Nacional de Narrativa, además del Miguel Delibes de periodismo. Destacan sus novelas El desorden de tu nombre, El mundo o Que nadie duerma. Colaborador de diversos medios escritos y del programa A vivir, de la Cadena SER.

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