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Apearse de un tren en marcha

Sólo algunos y si hemos citado a Burroughs se hace inevitable mencionar a Lou Reed- se bajan por su propio pie de este tren infernal y evitan moralizar sobre ello, a no ser bajo el exclusivo prisma de la experiencia personal e intransferible. Reed, el hombre que cantaba Heroine a modo de himno generacional mientras escenificaba en público un pinchazo -nunca sabremos si de verdad o no-, es uno de ellos. Cuando mira haia atrás no busca culpables, y sólo cuando mira hacia adelante su discurso tiene sentido. El caso del cantante y compositor estadounidense Lou Reed es uno de los más reveladores. Más que un músico es un poeta, un estudiante de literatura atrapado en la vorágine de sus tiempos, y hay una permanente, reflexión en su trabajo. Pero en los demás casos se trata de músicos puros, de mentes que evolucionan en otros parámetros, de individuos que viven en el mundo - metafísico-matemático de las combinaciones de sonidos.

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En los tiempos que corren ya no hay excusa. Si en los sesenta y setenta la llegada de la heroína se produjo por sorpresa, hasta el punto de que entre algunos ideólogos de la contracultura se llegó a apuntar que fue un arma diseñada desde el establishment para acabar con el movimiento revolucionario juvenil, en la actualidad los horrores de la jeringuilla todos los conocen.Pero en el mundo del show bussines parece funcionar una curiosa ley del péndulo. Los sobrevivientes de una generación, ya maduros, se vuelven responsables, se limpian, explican sus coqueteos con la muerte, sus excesos, y apostolizan desde los púlpitos de la sociedad bienpensante. Algún efecto tiene su experiencia sobre los jóvenes, pero, paralelamente, una nueva generación, que, como corresponde, detesta su moralina, contraataca con excesos aun mas desmesurados que los de sus mayores. Y los héroes como Kurt Cobain y sus secuaces funcionan de nuevo como cebo para las mitomanías adolescentes.

Hay también una explicación más prosaica y realista, que podría calificarse de gajes del oficio. La vida ambulante del músico es insoportable. Como recordaba hace poco Bill Wyman, el que fuera bajista de los Rolling Stones ahora ya retirado, "es una vida de locos. Las giras son terribles, uno se mueve de un país a otro, de un hotel a otro, a menudo de un clima a otro, varían los tiempos, las estaciones, las comidas, se duerme siempre mal. Uno está siempre sufriendo las consecuencias del jet-lag. Aviones, hoteles, estadios, es una cosa tremenda". Para soportarlo, siempre está la química y una legión de interesados para proporcionar lo que haga falta.

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