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Episodios grotescos

Amelia Castilla

Roman Gubem, de 61 años, no entiende por que recurrieron a un catedrático de Imagen de la Univerdad Autónoma de Barcelona para un puesto que requería un maestro de obras. A su juicio, en el año y medio que lleva en Roma no ha hecho otra cosa que realizar un trabajo de choque con aparejadores, electricistas e inspectores municipales. En ese tiempo se ha remodelado el palacio donde el instituto tiene la sede y se ha reconvertido un antiguo almacen en una galería de arte.Su vida en Roma ha atravesado, según sus propias palabras, por episodios grotestos. Gubern, que trabaja desde que tenía 20 años, no había conocido en todo ese tiempo ninguna institución tan ineficaz y desorganizada como la sede del Cervantes". A modo de pinceladas de lo que es su funcionamiento interno el director de la sede de Roma asegura que durante meses, desde la central de Alcalá de Henares, le mandaban cartas a nombre del anterior director. Su vivienda, situada en un quinto piso sin ascensor en la propia sede, estuvo más de un año con problemas de agua. Tenía que esperar a las tres de la madrugada para que la ducha tuviera presión", recuerda ahora Gubern. "Y eso no era lo peor, hubo olvidos imperdonables. Por ejemplo, se les pasó poner aire acondicionado en los planos de la galería de arte que se aprobaron en Alcalá de henares".

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La gota que colmó el vaso de Gubern fue enterarse de que la inauguración del Cervantes de Roma, prevísta para mayo, se aplazaba por decisión de la sede hasta octubre.

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