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Rey desnudo

Manuel Vicent

Siempre se ha sabido que los soberanos trabajan mucho: tienen que cambiarse de ropa una docena de veces. Un pijama de seda bordado con la corona real en la tetilla, un uniforme para las audiencias de la mañana y otro para inaugurar un congreso al mediodía, equipo de monta a caballo antes de comer, traje de etiqueta para un banquete, equipo de polo o tal vez de cazador de pichones a media tarde, chaqué o esmoquín para la cena de gala, distintos atavíos de tenista, motorista, regatista, esquiador o jugador de bridge. Ejercer el poder consiste en cambiarse de ropa muchas veces al día, ya que la autoridad no es más que un reflejo de las vestiduras. Hay paños de gran prestigio, el terciopelo, el armiño, que están unidos de forma indisoluble a la jerarquía. También existen aditamentos de oro que los poderosos se colocan en la cabeza para que su fuerza sea distinguida de lejos. Estas prótesis craneales se derivan, de las cornamentas de los ciervos o de los cebúes. La tiara del Papa, la mitra de los obispos, la corona de los reyes son residuos de las astas del buey Apis según distintos modelos. Los cuernos invisten. A un chimpancé le colocas una gorra de plato comienza a mandar, o al menos te abre el coche con suma dignidad. Un inteligente ministro de Exteriores le contestó al rey Juan Carlos, que se quejaba de haber sido fotografiado desnudo: "Señor, sólo hay una forma de evitarlo, y es no estar desnudo". Cuando el ministro Fernández Ordóñez me contó este lance, pensé: un rey desnudo no es rey. Lo pensé mientras trinchaba un solomillo que estaba igualmente desnudo y que ya no se parecía nada al buey de donde había salido. La monarquía se basa en una ficción: imaginar que debajo de las vestiduras reales no existe un cuerpo físico, sino otra ficción que se va reflejando hasta el infinito en el espejo de las vestiduras. La desnudez siempre tiene un significado de inocencia. Ningún poder resistiría esa prueba. Si un rey se desnuda al sol, alguien lo trinchará como si fuera sólo una carne bien pasada.

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Sobre la firma

Manuel Vicent
Escritor y periodista. Ganador, entre otros, de los premios de novela Alfaguara y Nadal. Como periodista empezó en el diario 'Madrid' y las revistas 'Hermano Lobo' y 'Triunfo'. Se incorporó a EL PAÍS como cronista parlamentario. Desde entonces ha publicado artículos, crónicas de viajes, reportajes y daguerrotipos de diferentes personalidades.

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