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Sarajevo vuelve a los días más tristes de guerra

Se ha vuelto a las calles desiertas, al miedo generalizado. Unas lúgubres y poderosas sirenas, que ayer sonaron a las seis y media de la mañana, advierten a sus 300.000 habitantes desde hace poco más de dos semanas de la posibilidad de un ataque."Lo peor es que todo el mundo espera cada día que ocurra algo, pero es igual que el anterior. Estamos volviendo a la situación de hace tres años, la diferencia es que en vez de 100 bombas al día caen tres o cuatro" asegura desesperada Amira Karic, una profesional de 35 años que se está dejando en el asedio los mejores años de su vida. "Akashi [jefe negociador de la ONU] es un idiota; todo el que puede se va de Sarajevo, que se va despoblando de sus antiguos habitantes, sustituidos por refugiados de otras partes de Bosnia-Herzegovina. Y Karadzic [líder político de los rebeldes serbios], al que le dejan hacer lo que quiere, nos dice ya desde la televisión de Pale que no garantiza la seguridad de nadie en ninguna parte de esta ciudad".

Puede que Amira no utilice un lenguaje muy diplomático, pero expresa un sentimiento general entre los rehenes a cielo abierto que pueblan la capital, singularmente abrumada dos semanas después de que haya expirado la tregua nominal que mantenían desde enero serbios y musulmanes. Tras un ilusorio paréntesis de algunos meses, el miedo ha vuelto a adueñarse de la gente.

La guerra en Bosnia dista mucho de circunscribirse a Sarajevo, pero ambos bandos han hecho de la capital su prueba de fuego. El comandante en jefe serbobosnio, Ratko MIadic, decía públicamente hasta no hace mucho que la contienda acabaría cuando le rindiera solemnemente la ciudad su homólogo enemigo, Rasim Delic, en una edición puesta al día de las lanzas velazqueñas. Más posibilista, Radovan Karadzic anuncia que Sarajevo será como mínimo un Berlín anterior a 1989, con un muro que dividirá irremisiblemente a los serbios y a los musulmanes.Corte de gas

Sirve cualquier otro medio de intimidación, desde las crecientes restricciones de movimientos para las fuerzas de la ONU hasta el virtual corte del suministro de gas. Un representante de las Naciones Unidas calificó ayer de "corte político" decretado por Pale, la vecina capital serbobosnia, el brusco descenso de la presión del gas en Sarajevo, que ha forzado su suministro con criterios de prioridad. Hace más de un mes que no entran vuelos humanitarios y los sitiadores sólo permiten con cuentagotas el uso del aeropuerto, en cuyas cercanías los incidentes armados se multiplican. Tras la muerte el viernes de dos mujeres serbias a manos de francotiradores musulmanes desde la vecina zona de Dobrinja, las tropas de Karadzic han amenazado con disparar sobre todo lo que se mueva en este suburbio.

Para redondear, la única conexión de la ciudad con el mundo exterior, una larga pista forestal que serpentea hasta los 2.000 metros de altura del monte Igman, es bombardeada aleatoriamente en ocho puntos por los morteros serbios, que en los últimos días han sembrado de vehículos abrasados medio kilómetro de este camino.

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El Gobierno bosnio se está preparando para lo peor en Sarajevo. Grandes planchas de hormigón, parapetos macizos de madera y sacos terreros a discreción cubren ahora entradas y el nivel de la calle en muchos edificios oficiales. Parece haberse llegado al tramo final en el camino del sufrimiento que la ciudad estandarte de Bosnia puede soportar sin intentarlo todo. El sentimiento generalizado es que está por llegar, antes del próximo invierno, un supremo intento del renovado ejército bosnio para romper el estrangulamiento de su capital. La próxima gran batalla en Bosnia, si la diplomacia no encuentra antes una vía de compromiso, podría ser por la liberación de Sarajevo.

Entretanto, el Gobierno de Croacia dio ayer un pequeño paso hacia la distensión con las fuerzas serbias al comenzar a retirar a sus soldados que penetraron el 1 de mayo pasado en la zona de alto el fuego al sur de Zagreb.

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