Triunfo al tercer intento
Gaullista convencido, discípulo de Pompidou, seducido por Giscard y traicionado por Balladur
Nació para llegar a este momento. Jacques René Chirac ha necesitado 33 años de carrera política y muchas, muchas decepciones. Pero al fin, al tercer intento, lo ha conseguido. El gigantón visceral y demasiado humano culminará su vida en el Elíseo. Chirac es un hombre que ha sabido reinventarse. Presume de rural, y conoce muy bien el mundo agrario, aunque naciera en París, el 29 de noviembre de 1932. Se lleva mal con las élites urbanas, aunque su padre fuera directivo de la Banque Nationale de Crédit y él perteneciera desde niño a la clase dirigente.Alumno de buenos colegios, diplomado en Ciencias Políticas y licenciado en la Escuela Nacional de Administración, su destino estaba en el alto funcionariado. Pero siempre hubo algo especial en ese joven alto y guapo, gesticulante, apasionado, tragón insaciable y gran viajero. A los 20 años, vendió por las calles el diario comunista L'Humanité, asistió a las primeras maniféstaciones antinucleares y hasta pensó en afiliarse al Partido Comunista Francés. La inquietud social fue muy anterior a la carrera política y a la demagogia electoralista.
Se había casado con una chica rica, Bernadette de Courcel, en marzo de 1956, cuando era subteniente de blindados en Argelia, y su vida futura, parecía proyectarse hacia los cuerpos administrativos. Tras el servicio militar ingresó en el Cuerpo de Inspectores de Finanzas y ahí habría seguido de no encontrarse, en 1962, con quien había de ser casi un segundo padre: Georges Pompidou, hombre de confianza del presidente Charles de Gaulle. Alguien habló ante Pompidou de un joven cuya capacidad de trabajo no conocía límites, y el factotum gaullista le convocó a su despacho. Chirac acudió en su dos caballos, y quedó fascinado por Pompidou. Permaneció durante cuatro años en distintos puestos súbalternos, hasta que en 1966 se le ofreció su primera oportunidad. Era una oportunidad envenenada. Se trataba de ganar la circunscripción de Corrèze -donde había veraneado desde niño- contra un candidato respaldado por toda la izquierda, un tal Robert Mitterrand, hermano de un aspirante a la presidencia llamado François. Corrèze esta en Auvergne, la región natal de Georges Pompidou, y éste se fijó mucho en su joven discípulo. Chirac no durmió en semanas, palmeó la espalda a cada agricultor, soportó miles de desplantes, entró en todos los cafés. Y venció. "Ojalá tuviéramos un Chirac en todas las circunscripciones", comentó Pompidou.
La proeza electoral se vio premiada con un ministerio, el de Empleo. A sus 35-años, Chirac se convirtió en el benjamín del Gobierno. Dos años después, en 1968, desempeñó su primer papel protagonista. En aquel mes de mayo en que los estudiantes pusieron en Jaque a la República, él, con pistola en la sobaquera, se encargó de negociar secretamente con los sindicatos para desactivar la rebelión. En el último Gobierno de De Gaulle y el primero de la presidencia de Pompidou, Chirac se ocupó del Presupuesto a las órdenes del superministro de Finanzas Valéry Giscard d'Estaing. Y se dejó seducir por la mente matemática de su nuevo jefe.
Por entonces comenzaron las meteduras de pata que caracterizaron su carrera. La primera, en 1971, cuando compró el castillo de Bity, en Corrèze, y se benefició de una estruendosa desgravación fiscal. La prensa se ensañó con él. "Cuando se es político, no se tiene castillo, a no ser que pertenezca a la familia desde Luis XI", le abroncó Pompidou. El segundo error, unas declaraciones contra el sistema de partidos. Ahí nació Jacquot le Facho, el mote que se le pegó a la espalda durante décadas.
A finales de 1971, tras el nombramiento de Pierre Messmer como primer ministro, se hizo cargo de la cartera de Agricultura. Fue su ministerio. Lanzó una lluvia de subvenciones, pero también supo hablar con los agricultores. La alianza entre el campo y Chirac fue sellada para siempre.
Cuando murió el presidente Georges Pompidou, el 2 de abril de 1974, Chirac quedó políticamente huérfano. Aconsejado por los dos consejeros áulicos de Pompidou, Pierre Juillet y Marie-France Garaud, hizo lo posible por conseguir que el movimiento gaullista (entonces UDR) apoyara la candidatura presidencial de Giscard, su nuevo ídolo, contra la de Jacques Chaban-Delmas, un hombre fidelísimo al general y enemigo del pompidolismo. Fue su primera traición. Giscard ganó las elecciones y nombró a Chirac primer ministro. Por entonces comenzó la deriva laborista, con citas elogiosas a Leon Blum y largos discursos sobre la participación de los trabajadores en las empresas. Los dos hombres, Chirac y Giscard, se entendieron mal que bien hasta el 26 de agosto de 1976, cuando el primer ministro anunció su dimisión. Preparaba ya su primera candidatura presidencial. Así corno Giscard había articulado una coalición de la derecha no gaullista, la Unión para la Democracia Francesa, para sostener su presidencia, Chirac refundó el gaullismo para preparar la suya. En 1976 creó la Reagrupación para la República (RPR), ayudado por Charles Pasqua, y en 1977 ganó la recién creada superalcaldía de París. Todo parecía ir bien hasta que, el 26 de noviembre de 1978, un accidente de tráfico en Corréze se cruzó con su destino. Fractura de columna vertebral y de fémur, larga permanencia en el hospital Cochin de París y, desde el lecho del dolor, la peor metedura de pata de su vida: creyó por última vez en los consejos de Juillet y Garaud y lanzó un llamamiento contra los giscardianos, a los que calificó de "partido del extranjero", y contra la construcción europea. El llamamiento de Cochin acabó con sus esperanzas presidenciales para 1981. Quedó eliminado en la primera vuelta, con un 18% de los votos. Fue incapaz de sumarse claramente a Giscard en la segunda vuelta, y ganó François Mitterrand. La derecha le llamó traidor por segunda vez.
'Cohabitación' tormentosa
Pasó como alma en pena por los primeros años de mitterrandismo, cuando sólo había atención para el Rey Sol socialista, hasta que las legislativas de 1986 le ofrecieron la oportunidad de volver con fuerza. El 27 de octubre de 1985 dejó fuera de combate en un debate televisado al primer ministro socialista, Laurent Fabius. Al año siguiente, la derecha ganó las elecciones. Mitterrand no tuvo más remedio que nombrarle primer ministro. Fue una cohabitación tormentosa. El terrorismo, las protestas estudiantiles, el malestar en los territorios de ultramar, los desacuerdos con Mitterrand sobre las privatizaciones y la guerra de las galaxias propugnada por Mitterrand, convirtieron cada día en un suplicio. Al término de la cohabitación, entorpecida por un ministro de Finanzas -Édouard Balladur- particularmente impopular, presidente y primer ministro se enfrentaron por la presidencia. Fue un nuevo fracaso para Chírac. En la primera vuelta todo quedó ya claro: 34% para el socialista, 19,6% para el gaullista. "Los franceses no aman a mi marido", suspiró Bernadette Chirac.
Nueva travesía del desierto, en la que Chirac purgó sus pasados tropezones antieuropeístas propugnando el sí en el referéndum sobre Maastricht y salvando -contra gran parte del gaullismo- el proceso de unidad europea. La nueva cohabitación, en 1993, le cogió escamado. Esta vez, después de que la derecha arrasara en las legislativas, Chirac cedió las riendas del Gobierno a Balladur para dedicarse a su empleo de dentro de dos años". Pero nada salió como esperaba. Balladur le traicionó y se dedicó a preparar su propia candidatura, mientras él se veía sacudido por varias desgracias personales. Su hija Laurence, siempre delicada psíquicamente, intentó suicidarse y fue necesario internarla. Su otra hija, Claude, quedó viuda a los 29 años. Chirac y Claude no tuvieron otra cosa que hacer que lanzarse a la carretera e iniciar una larguísima campaña. Fue un peregrinaje hacia el corazón de los franceses. Ayer, por fin, le dijeron sí.
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