Rusia celebra la victoria sobre el nazismo sin conocer aún su número de víctimas
Cincuenta años después de la II Guerra Mundial, los rusos miran la agitada historia de su país durante el turbulento periodo soviético (1917-1991) con serenidad. Los nostálgicos del pasado y los representantes de las nuevas élites empresariales parecen estar de acuerdo para celebrar la victoria sobre el nazismo, el 9 de mayo, en espíritu de paz y armonía. Una fiesta sólo oscurecida por un dato: aún se desconoce la cifra exacta de víctimas soviéticas en el conflicto.
Este espíritu se refleja en los escaparates de los comercios de lujo, que se decoran hoy con carteles de época, y en la publicidad de la televisión, que se llena de imágenes evocadoras de los éxitos de la URSS, patrocinadas por los nuevos empresarios postsoviéticos. Junto a la Alcaldía de Moscú ha aparecido un enorme mural en el que galopa el mariscal Gueorgui Zhúkov (1986-1974), el caudillo que llevó al Ejército Rojo hasta Berlín y que firmó en nombre de la URSS el acta de capitulación de Alemania en mayo de 1945.Zhúkov -que a la muerte de Stalin capturó a Laurenti Beria, el jefe de la policía política- llegó a ser ministro de Defensa y fue después acusado de bonapartismo y defenestrado por Nikita Jruschov en 1957. A la hora de las personalizaciones, Zhúkov, sin duda, es mucho más cómodo que Stalin y por eso se ha convertido en el verdadero héroe de estas fiestas. A él están dedicados varios monumentos -uno de ellos en Moscú- que se inauguran estos días y sus memorias han sido reeditadas sin cortes de censura. Los ánimos sobre Stalin, sin embargo, se han serenado. Aunque no ha sido rehabilitado por la actual élite política, su figura parece hoy mucho más lejana e integrada en la historia. Hasta el jefe del Gobierno, Víktor Chernomirdin, se ha permitido elogiarle, sin que nadie se haya rasgado las vestiduras o haya visto algo más que un gesto para captar el voto de la tercera edad.
Sin embargo, una de las lagunas en la historia de la URSS es la cifra de muertos que hubo en la II Guerra Mundial. Los datos no coinciden. Según las estadísticas oficiales, utilizadas por Chernomirdin, las víctimas soviéticas, desde 1941 a 1945, fueron 8.668.400 muertos militares, de un total de 27 millones de pérdidas.
La historiadora Nadezhda Pivovárova no está de acuerdo. Pivovárova trabaja en la confección de El libro de la memoria, donde figura la lista de todos los muertos en la lucha contra el nazismo, y ya ha entregado en el nuevo Museo Central de la Guerra Mundial 700 tomos con 11 millones de nombres, es decir, casi 2,4 millones más que los datos oficiales. La diferencia, argumenta, se debe a que éstos no cuentan entre las víctimas militares a los partisanos, las milicias populares y los que colaboraron con los alemanes tras ser apresados por ellos. Pivovárova, que tiene siete millones de nombres más por verificar, cree que la lista de víctimas irá aumentando. Ante las enormes disparidades, sin embargo, caben serias dudas sobre uno de los lemas de los memoriales de guerra soviéticos: "Nada sido olvidado. Nadie ha sido olvidado".Enconados debates
La sociedad se ha serenado respecto a temas que provocaban enconados debates hasta ha poco. La glásnost llevó la historia a los periódicos, pero hoy ésta ha vuelto a encerrarse ámbitos más restringidos, y los libros de texto han incorporado el pacto de no agresión germano-soviético de 1939. En Rusia han vendido millones de ejemplares de El rompehielos: ¿quién empezó la Segunda Guerra Mundial ?, libro de Víktor Subórov (seudónimo del ex espía militar soviético VIadímir Rezún), en el que afirma que Stalin se disponía a iniciar una guerra contra Alemania cuando Hitler atacó a URSS el 22 de junio de 1941. Esta afirmación es rechazada por la versión oficial rusa y enfrentado a los historiadores. Las opiniones en contra, sin embargo, no pueden adquirir tono de excomunión que ésta hubieran tenido en el pasado Vladímir Nevezhin y Mijaíl Meltiujov, que pertenecen al nuevo grupo de jóvenes historiadores han encontrado documentos que refuerzan las tesis de Subórov aunque no se atreven a afirmar con rigor que sean ciertas.
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