_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Hemerotecas

Jorge M. Reverte

En la vieja Escuela Oficial de Periodismo (antecesora de la pretenciosa Facultad de Ciencias de la Información), los profesores se multiplicaban cada año para poder cubrir los cupos de prebendas del Ministerio de Información y Turismo. Uno de ellos, cuyo nombre no viene al caso, impartía Hemerografía, y solía afirmar con contundencia que era esencial el orden alfabético para dominar esa ciencia. Los alumnos le aplaudían.Aquel señor nunca explicó, sin embargo, algunas cuestiones esenciales a la ciencia hemerográfica, como la que se refiere al uso de los papeles antiguos. Hasta cuándo es lícito rebuscar en ellos, por ejemplo. Y, desde luego, la coherencia en ese uso..

Lo de Aznar, claro. El cabeza del Partido Popular escribió una carta a la revista SP cuando tenía 16 años. En la carta, Aznar se adscribía claramente a una organización fascista llamada Falange Independiente, un grupo disparatado que se concebía como revolucionario, añoraba a José Antonio Primo de Rivera y reivindicaba la memoria de Ángel Pestaña. Ahí es nada.

El documento ha provocado los efectos previsibles. La enorme satisfacción de los rivales y un depresivo bajón entre los populares. Los primeros, en algunos casos, han hecho un facilón uso del asunto: que Aznar militara o simpatizara con Falange Independiente es la clara demostración de que en su corazón anida un fascista. La misma interpretación, llevada al extremo, sí que lo es. Alguien a los 16 años se define casi genéticamente en su adscripción política. Ya no puede cambiar. Lo curioso del asunto es que, entre quienes utilizan los hechos de semejante manera, hay algunos que defienden, por ejemplo, la memoria de Dionisio Ridruejo (que fue un peligroso fascista de pistola antes de convertirse en liberal).Pero no es menos curiosa la improvisada defensa que se han fabricado los partidarios de Aznar, incluido él mismo. Primero, no recordando si había sido él u otro el autor de la carta. Luego, afirmando que a los 16 años era un revolucionario. Dos argumentos contradictorios en sus objetivos. Con el primero, se escuda quitando importancia al asunto y pierde la memoria. Con el segundo, califica en positivo de revolucionaria la postura de aquellos fascistillas independientes. Lo cierto es que Aznar se ha sentido cogido en falta. La razón más importante le asiste: a nadie se le puede juzgar, desde el punto de vista político, por lo que hacía a los 16 años. Sus asesores de comunicación le deberían haber llevado por esos derroteros y evitarle ridículas excusas.

Lo fascinante de la polémica se ha producido, en todo caso, entre las filas de ideólogos columnistas del aznarismo. Los caminos escogidos son dignos de estudio. Pilar Urbano, por ejemplo, teoriza sobre la vida de los ciudadanos durante el franquismo y concluye, grosso modo, que todos los que estaban vivos durante aquella época colaboraban con el franquismo (se comían las patatas franquistas y usaban los coches franquistas).. De la quema sólo se salvaban los afortunados exilados políticos. Sutil argumento que concluye con el aviso previsible: no hurguemos en las hemerotecas, aunque sepamos usar el orden alfabético.

Pendiente aún de resolución el problema de los excesos verbales en la política española nos vemos inmersos en una nueva discusión que va a ahondar las enemistades. El uso de la hemeroteca ha empezado por la letra A. Piensa Pilar Urbano que cuando lleguemos a la Z estaremos todos cubiertos de mierda. Aunque algunos pensamos que no todos.

La hemeroteca hay que usarla, porque es testimonio de nuestra historia. Lo que hay que hacer es usarla bien. Por su orden alfabético y con más urbanidad. Y que no dé miedo.

Sin embargo, la polémica ha quedado enterrada bajo los escombros de una bomba que, por fortuna, reventó una décima de segundo antes de lo previsto. La carta de Aznar se quemó en el atentado. Por una vez, la tragedia tuvo un aspecto positivo. La bronca olía que apestaba.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_