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El debate Chirac-Jospin acaba sin sangre

Jacques Chirac, candidato conservador, y Lionel Jospin, candidato socialista, se reunieron anoche ante las cámaras de televisión ara celebrar un decisivo debate de dos horas. A cinco días de la elección presidencial, Chirac necesitaba evitar un fallo, un error, un titubeo que pusiera en duda su condición de favorito. Y lo evitó. Jospin, pertrechado con su prolijo programa, aguijoneó pero no hizo daño. El debate resultó cortés y sin momentos críticos: un práctico empate que, en principio, debería beneficiar al alcalde de París. Los dos coincidieron en su diagnóstico de una Francia socialmente desgarrada y desorientada.

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Ambos vestían traje gris. Jospin, con camisa blanca y corbata grana. Chirac, con camisa y corbata azules. El candidato socialista se mostró más tenso y ligeramente más agresivo que el conservador, a quien sus asesores habían aconsejado humor y una cierta displicencia ante su rival para realzar su mayor experiencia política.La discusión se dividió en cuatro capítulos: instituciones políticas, economía y empleo, problemas sociales, y Europa y política internacional. Dos periodistas introdujeron cada cuestión y controlaron el reparto de tiempos. Como arranque, se habló del asesinato racista de que fue víctima un joven marroquí el lunes, durante la marcha parisiense del Frente Nacional. Chirac se mostró "horrorizado" por el hecho y mostró su confianza en que la policía y la Justicia lograrán capturar e imponer "un castigo ejemplar a los culpables". Jospin, a su vez, afirmó que había que "alzarse contra las tesis racistas de ciertos grupos".Ni uno ni otro citaron expresamente al Frente Nacional o a su líder, Jean-Marie Le Pen, como responsables ideológicos del hecho.Sobre la reforma institucional, Chirac habló de reducir el boato presidencial, de dar más capacidad de maniobra al Gobierno, de reforzar los poderes parlamentarios, de hacer la Justicia más independiente y de simplificar las leyes.Jospin explicó su conocido proyecto de reducir el mandato presidencial de siete a cinco años y lanzó un tímido aguijonazo: ¿Cómo podía Chirac prometer menos gasto en el Elíseo, si su campaña electoral había sido faraónica?El aumento del paro

En lo tocante a empleo, Chirac pudo permitirse una acusación obvia repetida durante toda la campana: el paro se había disparado bajo los dos septenatos socialistas. Jospin tuvo que reconocer que el balance no era satisfactorio. Agregó Chirac que la reducción de la jornada laboral a 37 horas, propugnada por Jospin, sólo iba a funcionar con seguridad en la administración pública: "Más funcionarios, con un coste anual de 50.000 millones de francos para el Estado". "La jornada laboral se ha reducido a la mitad en este siglo, esa es una tendencia histórica clarísima contraatacó Jospin, "y en la metalurgia alemana acaba de aprobarse una reducción". Chirac intentó relativizar el argumento alemán y pareció confundir metalurgia con siderurgia, cosa que hizo notar el socialista.Jospin cerró el capítulo, en el que obtuvo una ligerísima ventaja, espetándole a su adversario: "Usted no conoce los procesos sociales". Ambos defendieron la necesidad de aumentar sensiblemente los salarlos, para estimular la demanda interna, y se enzarzaron en una tibia polémica sobre privatizaciones. Jospin cometió un lapsus al calificar de "servicio público" a Aeroespatiale, una empresa pública de construcción aeronáutica, pero finalmente ambos prefirieron exponer su idea sin ensañarse con la del otro: Chirac, por privatizar para ingresar fondos y reducir la deuda pública; Jospin, por mantener empresas y servicios públicos "incluso contra ciertas presiones de Bruselas".Ricos y miserables

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Muy atrasados de horario, los dos candidatos pasaron casi a uña de caballo por temas como la falta de vivienda social (coincidencia en construir mucha, divergencia en cómo financiarla), la creciente división ("fractura" para Chirac, "falla" para Jospin) entre la Francia rica y la Francia miserable, y no se detuvieron demasiado en un asunto tan sensible como la inmigración ilegal. Los dos se mostraron a favor de aplicar controles fronterizos, en Francia o los contornos europeos fijados en Schengen, y poco más.En el tramo final, Jospin intentó agotar sus municiones: recordó que Chirac se había contradicho en el pasado sobre numerosos temas, habló de sus cambios de opinión y recordó su manifiesto antieuropeo de 1976, cuando se refirió a los giscardianos como "el partido del extranjero". Chirac lo encajó todo con una sonrisa. Al final, los dos hombres se retiraron casi intactos, dejando tras sí una cierta sensación de empate a cero.

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