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La herencia hístórica

Para los pibes de los suburbios de Buenos Aires y las zonas más deprimidas del interior de la Argentina, la pelota es alegría. Con la pelota, esos chavales son capaces de robarle un poco de felicidad a la vida, que con ellos no es demasiado generosa.También les da identidad, porque es el punto de referencia más claro para encontrarse y saber qué son, para sentirse algo, en una sociedad que les reserva el desalentador papel de ser para otro, de servir a los que mandan. La pelota los rescata de la nada a la que están condenados y los acerca al orgullo, a la belleza, a la gloria de inventarse una cultura propia, un estilo que los identifica.

Los juveniles argentinos que acaban de consagrarse campeones del mundo, tuvieron la virtud de ser leales a ese estilo, respetuosos de una historia que los hace manejar conceptos como si fueran mayores.

El chaval de barrio, con la pelota se siente seguro e importante. Es alguien porque domina un arte que le pertenece y con el que disfruta como con ninguna otra cosa.

Es casi una obligación, para él, bajarla con el pecho, dejarla dormida y dispuesta, para darle el efecto preciso y el destino justo. Es casi una deshonra para el que defiende, que un rival lo regatee, y un gusto incomparable adivinar un pase para cortarlo a tiempo.

En el fútbol argentino, la pelota tiene una importancia vital, y así lo entendió esta selección que es la continuación de una historia transmitida como herencia generacional.

En cualquier lugar del campo que cayera la pelota, recibía un trato delicado. A partir de esa premisa iniciaban el toque, las paredes, el atrevimiento para la gambeta y para encarar en busca del gol. Esa precisión y ese atrevimiento para el toque, les permitía achicar hacia atrás y defender en zona dominando todos los conceptos colectivos y agregándole una seguridad casi total para las disputas personales. Además, le sumaban la presencia de un portero con el criterio y la técnica de los mejores.

En definitiva, un excelente equipe tan moderno como los grandes de los años treinta o cuarenta, cuando comenzó esta historia con Sastre, Pedernera, Moreno, Di Stéfano, Rossi, que continuaron Sivori, Grillo, Kempes, Bochini, Maradona y que, con raíces tan profundas, vuelve cada generación desde los suburbios, para seguir paseándose por el mundo.

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