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Entrevista:Aníbal Cavaco SilvaPrimer ministro de Portugal

"Hay que tener la sabiduría de saber retirarse a tiempo"

En enero sorprendió a todo el mundo cuando anunció que dejaba la presidencia del Partido Social Demócrata (PSD) y que no se volvería a presentar en las elecciones legislativas de octubre, que aún podía ganar frente a los socialistas. Le faltaba poco para cumplir diez años en el poder y Aníbal Cavaco Silva consideró que debía fomentar el relevo al frente de su partido y del Gobierno tras haber modernizado Portugal durante diez años. Tres meses después de su inesperado anuncio, el primer ministro explica, en su primera entrevista a un medio de comunicación extranjero, las razones que le condujeron a tomar tal iniciativa y hace un balance de su labor al frente del Ejecutivo al tiempo que analiza las relaciones con España. Sobre su futuro, no despeja la duda de si se presentará a las elecciones presidenciales de 1996, aunque los periodistas abandonan el palacio de Sáo Bento sospechando que no lo. hará.

Pregunta. La relación de Portugal con España ha mejorado, pero el rechazo portugués del acuerdo con Canadá sobre el fletán negro, que el Gobierno español aceptó, ha provocado recelos entre ambos vecinos ibéricos.

Respuesta. Se puede decir que en Portugal hubo también cierta incomprensión sobre el voto final de España. Portugal tuvo siempre una posición de total solidaridad con España tras el apresamiento del pesquero Estai y el corte de las redes perpetrado por patrulleras canadienses. Dijimos que era un acto de piratería.

P. ¿Por qué Portugal votó en contra del acuerdo entre la Unión Europea y Canadá?

R. Por tres razones: otorga primero un trato preferente al Estado ribereño, es decir, a Canadá, en determinadas áreas de NAFO

[Organización de Pesquerías del Atlántico Norte], algo que fue siempre recusado en el pasado y que crea un peligroso precedente. Además, el método de fiscalización o control de los pesqueros es discriminatorio y entorpece la labor de españoles y portugueses. Por último, el reparto de cuotas es inadecuado. Creemos que la Comisión debía haber resistido más a las presiones de Canadá y así hubiese conseguido mejores resultados. Portugal, que no grita en la plaza pública sus reivindicaciones porque entiende que es en la mesa de negociaciones donde los asuntos deben ser tratados, no podía dar su acuerdo final cuando los tres principios a los que me referí fueron violados.

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P. ¿Podía haberse obtenido un compromiso más favorable a los intereses ibéricos a pesar de la falta de apoyo de algunos miembros de la UE?

R. La solidaridad comunitaria no es muy sólida de un tiempo a esta parte. La negociación no fue fácil precisamente porque Canadá lo sabía. Algunos Estados miembros valoran más las buenas relaciones con Canadá que el respeto al derecho internacional violado por Ottawa. Me refiero al Reino Unido y a otros socios. Desde luego, la UE no se puede felicitar de su cohesión interna.

P. ¿Qué conclusión se puede sacar de este revés?

R. Da pena, porque es el típíco caso en el que la UE podía demostrar que poseía una voz fuerte en el escenario internacional. Hacemos discursos diciendo que es necesaria una comunidad fuerte en el escenario internacional, que sea respetada por Estados Unidos, Japón, y al final incluso en una vieja política común como la pesca se muestra una cierta debilidad. En esta batalla no sólo perdieron España y Portugal, sino la Europa comunitaria. La UE no ganó peso en el escenario internacional. Y eso que tenía razón...

P. La prensa lusa asegura que sus relaciones con el presidente de la República, Mario Soares, son borrascosas. ¿Es cierto?

R. No; son cordiales. Nuestras divergencias han dado lugar entre nosotros a un debate de altura. En contra de lo que se escribe, nuestra reunión semanal se desarrolla sin tensiones. Además, esas discrepancias ya pertenecen al pasado. Yo acabo la legislatura en octubre y él concluye su mandato poco después. Antes de que yo accediese a la jefatura del Gobierno, la relación entre ambas instituciones era muy conflictiva. Pienso que la historia reconocerá que yo hice todo lo posible para mantener una relación que fuese provechosa para Portugal.

P. Soares abandona el cargo por imperativo constitucional y usted por voluntad propia.

R. Sí. En mayo cumpliré 10 años como presidente del PSD. El partido confiaba demasiado en mí, daba por seguro que ganaría las elecciones. El partido estaba demasiado apoltronado. Yo, que andaba predicando la renovación, tenía que dar ejemplo. Acaso hubiese podido dar la vuelta a la situación permaneciendo en el cargo, pero exigía demasiados esfuerzos y no estaba garantizado el resultado. No encontré otra forma de regenerarlo que no fuese provocando un choque como el de mi renuncia a la presidencia del PSD. Había que ceder el puesto a otro. El congreso de febrero demostró que había candidatos muy válidos para ocuparlo.

P. ¿Es difícil abandonar el poder?

R. Es más fácil entrar en la vida pública que salirse. Algunos han sabido hacerlo muy bien, como Greta Garbo o Jacques Delors. A otros, como George Bush, no les han salido tan bien las cosas. Tengo la teoría de que hay que abandonar el escenario de forma controlada. Hay que retirarse antes de poder ganar por última vez unas elecciones. De mí se creía que en octubre podría ganar por cuarta y última vez. Luego debía retirarme al final de mi tercer mandato, que expira ahora.

P. ¿Es exportable su teoría a países como España?

R. No. En la cumbre de Oporto en diciembre no di consejos a Felipe González. Es un hombre inteligente, al que tengo gran aprecio y al que considero un gran europeo y un gran estadista. En Oporto hablamos también de política interior, pero de forma reservada. España y Portugal son distintos. El PSD es un partido típicamente portugués.

P. Despeje, por fin, una duda ¿será candidato a la presidencia de la República?

R. No he tomado aún la decisión. La tomaré todavía más en solitario que la anterior porque las candidaturas son personales y no partidistas, aunque los partidos puedan después apoyar a los aspirantes a la presidencia. Si la hubiese tomado, tampoco la anunciaría. Sería perjudicial para mi labor como primer ministro, para la del Gobierno, y restaría importancia a las elecciones legislativas de octubre, en las que Portugal se juega su estabilidad política.

P. ¿Qué hará si no se presenta?

R. Quisiera regresar a los mismos puestos que ocupaba antes: director del gabinete de estudios del Banco de Portugal y profesor de universidad. Ya hay tres o cuatro universidades que me han hecho ofertas. No sería la primera vez que volviese adonde ya estuve. Cuando dejé de ser ministro de Finanzas recuperé mi puesto en el Banco de Portugal. Es decir, que pasé de ser el jefe del gobernador a ser su subordinado y no me sentí nada disminuido.

P. Sus éxitos son bien conocidos, pero ¿cuáles han sido sus fracasos?

R. No hemos reforzado lo suficiente la competitividad de la economía. Desgraciadamente, la clase empresarial no se forma por decreto. Tampoco hemos destruido la tendencia a refugiarse bajo el paternalismo del Estado. Y no hemos acabado con las chabolas, aunque hemos diseñado un programa para ello.

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