El empleo como debate
Los sindicatos se manifiestan el 1 de mayo a favor de las políticas de empleo; la polémica fundamental en las elecciones presidenciales francesas ha tenido como protagonista el reparto del trabajo existente; en Alemania se ha celebrado un amplio debate del que salió un programa para combatir el paro prolongado. En alguna de sus últimas reuniones, los mandatarios del G-7 se detuvieron en la evolución del empleo en el mundo y no sólo en asuntos utilitarios, como en tantas otras ocasiones.¿Está cambiando la sensibilidad ante el desempleo o sólo es el ruido de las fanfarrias? Se multiplican los estudios que coinciden en los diagnósticos y que dan soluciones alternativas.
Un ejemplo de ello es la aparición del interesantísimo trabajo, titulado Aspectos sociales e institucionales de los problemas del empleo en España. Organizado en el seno del seminario Empresa y sociedad civil, que constituyen empresarios y profesionales muy significativos vinculados al mundo de la empresa, el estudio contiene heterodoxias muy significativas, como la definición de la figura del no empresario ("quien aspira a un enriquecimiento súbito y sin dedicación ni esfuerzo, mediante operaciones propias de. una economía de papel, o diversas modalidades de búsqueda de rentas, sorteando los mecanismos del mercado, frecuentemente gracias a intervenciones discrecionales de las administraciones públicas") o la necesidad de sindicatos fuertes con los que negociar ("Es evidente que los empresarios tenemos necesidad de desarrollar una relación estable, confiada y constructiva con los trabajadores, constituyendo los sindicatos una de las fórmulas más auténticas de organización de la acción colectiva del personal de las empresas. Un diálogo razonable con los sindicatos es una condición de primera importancia para la creación del clima de cooperación y entendimiento de la empresa y en la solución de conflictos de intereses en su seno.").El estudio propone un pacto de empleo con tres soportes. En primer lugar, asume la idea de una "diferenciación razonable" de los mercados de trabajo en las empresas; en la situación actual ya existe una serie de dualizaciones perversas. Lo que cabe es racionalizar y simplificar este paisaje barroco y heterogéneo: la economía subterránea debe aflorar a la legalidad; y la diferencia entre ocupados relativamente estables y más inestables, nucleares y periféricos, debe organizarse de otra forma.
La segunda tesis es la del compromiso con la empleabilidad de los asalariados; se trata de que la empresa se comprometa a poner los medios para que sus empleados desarrollen su potencial de empleabilidad dentro o fuera de la empresa a largo plazo. Este compromiso implica que, en caso de que el empleado salga de la empresa, la relación no se rompe del todo, al menos durante un tiempo. La empresa sigue concernida con el problema de cómo su personal encuentra acomodo en el mercado de trabajo, lo que supone una redefinición de la empresa "como un lugar de aprendizaje continuo por parte de los empleados, y como un tipo de organización que de alguna forma es una comunidad moral".
Por último, aplicar la equidad y las reglas del juego en el interior de la empresa, enfrentándose con el problema de las dos medidas; es comprensible que se predique la flexibilidad del mercado laboral... de los otros, mientras el empresario intenta protegerse del riesgo de la quiebra o la suspensión de pagos consiguiente a su mala gestión o sus errores, mientras los directivos blindan sus contratos y mientras las capas superiores convierten sus puestos en intocables. Es comprensible pero es incoherente.
Estas tesis requieren un amplísimo debate sin retórica para que cristalice una opinión que evite el conservadurismo de los gobiernos, los empresarios o los sindicatos.
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