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Frente a la violencia Integrista

Más de trescientas mujeres argelinas han sido cruelmente asesinadas por grupos armados integristas en los dos últimos años. Profesionales liberales, trabajadoras, estudiantes, han sido víctimas del fanatismo en esta guerra civil no declarada que desgarra la República magrebí. Hoy en Argelia, como ayer en Bosnia, se repite una constante histórica: las mujeres son las primeras víctimas en cualquier guerra cuando lo que se combate es el progreso, los derechos humanos, la democracia, la justicia social. Precisamente para protestar contra esa utilización histórica de las mujeres, la Federación de Mujeres Progresistas ha declarado el 27 de abril Día de Solidaridad con las Mujeres Argelinas.El hecho de que el integrismo islámico haya elegido Argelia como escenario de su lucha no es en absoluto casual. Para quienes ven el progreso como una amenaza, ganar Argelia significa detener cualquier avance en la zona. Porque Argelia, que alcanzó la independencia de Francia en el año 1962 después de una. lucha de desgaste contra el Ejército francés liderada por el Frente de Liberación Nacional (FLN), hasta mediados de los ochenta aparecía ante los ojos occidentales como avanzada de los derechos humanos en el conjunto de los países islámicos. Las cotas de libertad de enseñanza y la incorporación de un número creciente de mujeres a la cultura y al trabajo así parecen demostrarlo.

Las mujeres argelinas participaron decididamente en la lucha por la independencia y, posteriormente, se integraron activamente en la vida política y laboral conquistando apreciables dosis de autonomía y libertad, al tiempo que extendían su presencia a posiciones que se les venían negando históricamente. Sin embargo, esto no ha sido fácil. Primero, tuvieron que luchar para salir del ámbito doméstico, soportando la tutela legal permanente del hombre. Enseguida se convirtieron en objetivo prioritario del fanatismo religioso, empeñado en devolverlas a la invisibilidad del ámbito familiar. Ahora, el enconamiento de la vida política las ha hecho rehenes y víctimas en la disputa de unos valores exclusivamente masculinos, en la que el fanatismo integrista ha decidido que no hay lugar para la mujer.

La creciente importancia del movimiento islamista en los años ochenta hizo que el Gobierno aprobara un código de familia que relega a la mujer a una posición de inferioridad permanente: legalización de la poligamia, pérdida del domicilio conyugal en caso de divorcio, institución del tutor para la sumisión legal de la mujer de por vida, limitación del derecho de visita a sus familiares, del derecho al trabajo, etcétera. Para las mujeres argelinas se trata de una auténtica losa legal que las ignora como personalidad jurídica, colocándolas a merced de la tutela masculina.

Para los integristas más radicales, la mujer es un enemigo a batir, la causante de la discordia (fitna). En un principio, se ataca a las militantes progresistas, a aquellas que se han destacado por la defensa de los derechos humanos, de una sociedad igualitaria, pero enseguida la batalla se generaliza. Se combate con especial saña la coeducación, considerada como causa de declive y desviación moral. Se asesina a enseñantes y alumnas, a abogadas, a periodistas, a trabajadoras, a progresistas y a conservadoras. Mueren adultas, adolescentes y niñas.

En las últimas semanas se han producido nuevos encuentros entre el presidente de Argelia, Liamín Zerual, y los partidos políticos en un nuevo intento de hallar una salida negociada a la confrontación civil. Sin embargo, la guerra continúa día a día. En ella se contabilizan muertos de todo origen, militancia y profesión, pero sólo las mujeres mueren por su condición de tales. Para ellas, la posibilidad de elegir estudiar, trabajar, permanecer en las labores domésticas, militar en partidos, ponerse o no el hidjab, todavía es una utopía.

La campaña de solidaridad organizada por la Federación de Mujeres Progresistas pretende ser un compromiso común de las mujeres y los hombres que creemos en la libertad con quienes están arriesgando su vida por defenderla. Todos reivindicamos con una sola voz el derecho a la coeducación y a la coexistencia en libertad que el integrismo niega a tantos millones de mujeres.

Al tiempo, y recogiendo el sentimiento generalizado de millones de mujeres y hombres, queremos llamar la atención de quienes ven con indiferencia el avance de los integrismos de cualquier signo: religioso, cultural o étnico. Los radicales islámicos en Argelia, que han asesinado sin ahorrar crueldad a niñas y adolescentes por el solo delito de acudir a la escuela, se parecen demasiado a quienes entre nosotros han gritado "muera la inteligencia". Los integristas siguen considerando a la cultura una amenaza y a la escuela una provocación.

Tampoco es casual que quienes rechazan cualquier posibilidad de progreso combatan con especial saña a las mujeres que trabajan en la construcción de una sociedad más libre, más igualitaria y plural. Es necesario recordar, una vez más, que aunque el integrismo argelino haya escogido a las mujeres como rehenes y víctimas de su guerra, el fanatismo supone una amenaza por igual para hombres y mujeres. La libertad y los derechos humanos no se parcelan. Allá donde el fundamentalismo avanza, no es sólo la mujer la que está en peligro, sino el progreso histórico. Al manifestar, decidida y firmemente, nuestra solidaridad con las mujeres argelinas, estamos defendiendo con ellas una sociedad más tolerante, plural y de progreso, en un mundo más justo e igualitario.

(*) Firman también este artículo Inés Alberdi Duca Aranguren, Elena Arnedo, Delia Blanco, Carlota Bustelo, Mila Candela, Rosa Escapa, Pilar Escario, Concha Giménez, Carmen Martínez Ten, Petra Mateos, Gladys Mendoza, Nicole Muchnik, Lucia Ruano, Ana Mª Ruiz Tagle y Paloma Saavedra.

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