Llovió
JOAQUÍN VIDAL Llovió y se dio. La verdad es que no hubo motivo para que no la dieran, aunque si hay, rejoneadores en puertas y llueve, lo normal es que no la den. Los rejoneadores temen por la integridad de sus caballos y en estos casos prefieren no darla. Llovió mucho antes de la corrida y la mayoría de los espectadores acudieron al coso -sin esperanza alguna de que la dieran. Otros, convencidos de que no la daban, se quedaron tranquilamente en casa viendo el fútbol o leyendo a Kierkegaard.
Amainaba el temporal cuando comparecieron en la arena personal de servicio de la plaza, personal al servicio de los rejoneadores -uno hasta llevaba en la mano el sombrero del señorito-, los propios rejoneadores al cabo de un rato para comprobar si el estado del piso ofrecía garantías suficientes para darla. Unos y otros lo pisaron con buen restregar de zapatillas y batos, y nadie entendía semejante pérdida de tiempo, pues debían de ser los propios caballos quienes efectuaran la prueba; o bien los humanos en su representación, pero pegando trotecillos marchosos a través del redondel.
Bohórquez / Cuatro rejoneadores
Toros despuntados para rejoneo de Fermín Bohórquez, boyantes.Joâo Moura: cuatro pinchazos traseros, otro hondo, rueda de peones y descabello (palmas y saludos). Fermín Bohórquez: rejón bajo (ovación y saludos). Luis Domecq: rejón contrario bajo (oreja). Antonio Domecq: rejón perpendicular traserísimo y otro trasero (vuelta). Por colleras: Moura-Bohórquez, rejón contrario atravesado, rueda de peones, pinchazo y rejón ambos a la media vuelta, y Bohórquez, pie a tierra, descabello (silencio; algunas palmas cuando saludan por su cuenta). Hermanos Domecq: estocada contraria bajísima, rueda desaforada de peones y descabello (vuelta). Plaza de la Maestranza, 21 de abril. 7ª corrida de feria. Dos tercios de entrado
La función resultó brillante sólo a ratos, plúmbea la mayor parte de las dos horas largas que duró. Las evoluciones ecuestres complacieron al público, que palmoteaba con gusto, y si además los rejoneadores le clavaban algo al toro, con mayor ruido. Los cuatro jinetes torearon bien y cada cual destacó por algún alarde meritorio. Así, Moura encelando de costado al toro; Bohórquez, reuniendo banderillas; Luis y Antonio Domecq, pareando a dos manos.
Claro que nadie es perfecto y hubo fallos. Bohórquez citó con gran zarandeo del caballo provocando que ondulara su bellísima crin, lo puso de manos, galopó hacia el toro y, al llegar, banderilleó el suelo. Moura clavaba los rejones de castigo con palo y todo. Los Domecq revivieron las escenas camperas de un día que vas al campo y te sale todo al revés. A Antonio se le rompió la garrocha y a Luis no le valió de nada flamear un capotillo. Antonio Domecq mató a estoque desde el caballo, según hacía también su abuelo Álvaro, y le salió regular.
: Lo importante fue, sin embargo, que se dio; y, sobre todo, que llovió. Luego vino un frío glacial y densos nubarrones zainos se extendieron sobre la ciudad, convirtiendo la Feria de Sevilla en la feria de Bilbao.
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