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LA SUCESIÓN DE MITTERRANDEl socialista Lionel Jospin, de 57 años, y el conservador y todavía primer ministro Édouard Balladur, de 65, se lo juegan todo mañana. Se disputan a cara de perro el segundo puesto que da derecho a soñar durante dos semanas con el Elíseo, porque el primer puesto en la línea de salida para esa carrera definitiva lo tiene garantizado, según todos los sondeos, el gaullista Jacques Chirac. Ambos coinciden en una cola, en su incapacidad para hacer demagogia, el uno por un compromiso ético de no engañar al electorado y el otro porque la vulgaridad de la mentira no va con su espíritu exquisito. Los votantes aún no saben con quién quedarse. La incógnita quedará despejada mañana.

"Un pésimo candidato que suría un estupendo presidente"

Hay que oir a Lionel Jospin en un mitin para comprender porqué los socialistas le escogieron candidato y por qué parece condenado a no ganar. En Lille, después de elogiar la ciudad, la militancia, de celebrar que aquella fuese la mayor y más cálida reunión de la campaña y recordar que su padre era de los alrededores de Lille -grandes aplausos, entusiasmo, gritos de "¡Vamos a ganar!" y "Jospin presidente"-, pasa revista a la otra parte de su familia, la materna, que es del Sur, de cerca de Toulouse, y promete que será en ésa ciudad donde aún reunirá a más partidarios. Estupor y decepción.La rareza de ser honesto

A Jospin se le eligió para candidato porque es honesto, trabajador, competente y de izquierdas, algo que a veces parece raro en las filas del Partido Socialista francés, pero no se le considera un buen candidato casi por lo mismo, porque carece de esa brizna de fantasía -a veces la llamamos demagogia- que llevó a Mitterrand al Elíseo con un Programa Común en el que no creía y con 110 propuestas de las que más de la mitad fueron abandonadas enseguida.

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Pulcritud y eficacia ante todo

Un psiquiatra ha hecho un diagnóstico de las características de los tres principales candidatos a la presidencia de la República. Se expresó en los siguientes términos: "Balladur es un mal candidato y sería un mal presidente; Chirac es un estupendo candidato pero sería un pésimo presidente; Jospin es un pésimo candidato pero sería un estupendo presidente".

Lionel Jospin, con su pelo ensortijado, blanco desde hace años, tiene 57, con tres hijos y casado por segunda vez el año pasado, alumno de la prestigiosa ENA (Escuela Nacional de Administración) es funcionario del Ministerio de Exteriores. Su sensibilidad progresista hizo que renunciara a la carrera diplomática y se convirtiese en un burócrata en el aparato del Partido Socialista.

En 1993 pareció renunciar a la política y su progresivo alejamiento de Mitterrand se unió a una crisis sentimental. Durante la actual campaña su segunda esposa, Sylviane, le acompaña en todos los actos públicos y le aporta un respaldo que el PS y Mitterrand le han dado en cuentagotas.

La sombra del anciano y enfermo presidente oscurece todo el panorama de la izquierda y Lionel Jospin irrita cuando sólo celebra el Mitterrand europeísta, pero denuncia "la deriva gestionaria" o la llamada "gauche caviar", el equivalente de nuestra gente guapa que tiene la virtud de poner nervioso a un rigorista protestante como el candidato socialista.

Los barones torpedean

Laurent Fabius, Jack Lang y otros muchos barones del PS intentaron torpedear su candidatura, primero proponiendo otros outsiders, después negándole el apoyo y más tarde a través de, frases de aliento con doble sentido.

Finalmente, la tenacidad del socialista Jospin ha podido con todos sus correligionarios y ese tipo que no quiere prometer paraísos, contrario a las utopías, que construye frases inacabables y repletas de subjuntivos, acusado de sectario, ha acabado por ser la única esperanza creíble de la izquierda.

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