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La puerta de Schengen

Miles de ilegales acuden a la frontera italo-francesa camino de la Europa sin fronteras

"Soy el señor Sin Suerte", dice con voz apagada. Ha sido expulsado de Francia dos veces. La última estaba en Marsella, en casa de unos compatriotas kurdos. Ahora está en Ventimiglia, en la frontera italo-francesa, intentando de nuevo colarse en la Europa sin fronteras. Como él hay varios centenares de turcos y kurdos que esperan pasar para reunirse con familiares y amigos en Francia, Alemania u Holanda.Esta ola repentina de inmigrantes ilegales ha sorprendido a esta pequeña ciudad. Los res ponsables de la lucha contrala inmigración ilegal temen que la fiebre de Ventimiglia se amplíe a otros puntos fronterizos. "Cada día, centenares de clan destinos llegan por el Adriático a Bari, procedentes de Albania" asegura uno de ellos.

El alcalde de Ventimiglia, Claudio Berlengero, ha decidido reaccionar ante "esta situación de emergencia". En un cámping situado a la entrada de la ciudad se ha instalado un campamento con ayuda de Cáritas y la Cruz Roja. Algunas tiendas, un comedor y una cocina de campaña proporcionan a un centenar de personas lo esencial para sobrevivir. "Por razones humanitarias, de higiene y de orden público, era imposible dejarlas en la calle", explica el alcalde.

La ley italiana concede 15 días a los inmigrantes ilegales para que dejen el país. Italia no ha puesto aún en vigor el acuerdo de Schengen sobre libre circulación de personas. Francia sí. Quien entre en Francia por esa frontera entra en el Conjunto de los siete países del área Schengen. De ahí el interés de los ilegales en cruzar esa puerta y la vigilancia especial que ejercen las fuerzas de seguridad francesas en trenes, autobuses, carreteras u caminos.

Turcos y kurdos cuentan una historia parecida. Por unas 400.000 pesetas -pagadas por adelantado o con posterior trabajo negro-, han viajado desde sus puntos de origen en camión a través de Albania, atravesado el Adriático en transbordador o a bordo de pequeñas embarcaciones y llegado a Ventimiglia por tren. En su mayoría rechazan el cámping y prefieren seguir escondiéndose en pequeñas pensiones hasta que su contacto les indique que ha llegado el momento propicio de colarse.

La policía italiana ha desmantelado recientemente una importante red encargada de pasar a estos inmigrantes clandestinos, lo que ha obligado a muchos de ellos a ponerse en manos de pasantes individuales. que cobran alrededor de 25.000 pesetas por cruzar la frontera. Copyright Le Monde / EL PAÍS

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