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Los artistas vagabundos se informatizan

Cada centro cultural alternativo tiene su historia, y el más veterano -el Melweq de Amsterdam- ha cumplido 25 años de funcionamiento. Han ido aburguesándose y el sueño hippie y alternativo, seguido de una fase anarquista y rendida al Tercer Mundo y de otra de ecologismo militante, ha hecho sus síntesis: todo cabe, con una preferencia en la fórmula secreta por mucho vegeterianismo, bastante world music y unas gotas de autogestión. Sólo el racismo y la extrema derecha no pueden encontrar su lugar en ellos. "En un momento en que los nacionalismos parecen ascendentes, nosotros también buscamos lo que nos une. Y sabemos que Europa es la convivencia de muchas culturas. Estamos en contra de la uniformización, pero también de encerrarnos en la defensa de una única identidad", dice Fazette Bordage.

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Informatizada hasta la médula en Trans Europe Halles, Bordage lo sabe todo de los cantantes de reggae que han actuado en The Junction de Cambridge, de Los Tambores del Bronx que desfilaron por la antigua fábrica de locomotoras WUG de Viena, de unos rockeros japoneses, unos italianos que practican el kabuki o unos teatreros malinianos que representan obras de Harold Pinter.

Comparte con alguno de sus colegas directotres de centros la idea de que "se avecinan tiempos duros: la izquierda moderada ha incorporado muchas de nuestras ideas, y el progreso de la extrema derecha es una amenaza para nuestro futuro. Sólo nos queda ayudarnos mejor y ser aún más abiertos a la creatividad, al tiempo que más exigentes".

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