"Ojalá fuera escritor"
Su último filme, estrenado en España el pasado viernes, supone un cambio de registro: Estallido es una historia de acción, un tecno-thriller en el que interpreta a un médico enfrentado a un virus mortal. Durante esta entrevista, mantenida en el hotel Ritz de París, Hoffman se muestra bronceado y de buen humor. Camisa azul abierta, pantalón marrón y un, rostro que no denota su edad casi sexagenaria. El actor sólo impone una condición previa: que nadie fume en su presencia.Pregunta. Generalmente, sus personajes son la película. En Estallido, sin embargo, usted es sólo una pieza del relato. ¿Le satisface el cambio?
Respuesta. En ese sentido, Estallido se párece a Todos los hombres del presidente, la película que hice con Robert Redford. Hubo que suprimir a la novia de mii personaje, el reportero Carl Bernstein, porque los periodistas eran sólo, el hilo conductor de la historia del Watergate, y cuanta más vida propia tenían, peor funcionaba la trama. Nuestros personajes no podían ser tridimensionales. Y en Estallido sucede lo mismo. El médico al que interpreto es sólo un vagón en el tren de la película. No es, sin duda, una de las cimas de mi carrera. Pero puede ser un éxito comercial.
P. ¿Por qué le ofrecieron un papel de acción? ¿Le apetecía?
R. Fue una suma de casualidades. Yo había estado dos años trabajando en un guión sobre las diferencias entre los hombres y las mujeres, algo que me interesa mucho desde que hice Tootsie, y un estudio acababa de rechazármelo. "Reescríbalo", me dijeron. Quedé bastante deprimido.
P. ¿Le gusta más escribir que interpretar?
R. Me gusta más la escritura
que el cine, y me gusta más el teatro que el cine. La escritura y el teatro permiten construir día a día el personaje, y el cine no. Ojalá fuera escritor, estaría encantado de cambiar de oficio. El caso es que, deprimido por el escaso éxito de mi guión, me encontré un día con Wolfgang Petersen
[el director de Estallido] y me contó su problema: tenía un buen guión, pero no había conseguido como protagonistas ni a Harrison Ford ni a Tom Cruise. Le pregunté si yo podía interesarle, y me respondió que sí. Entonces adaptamos el personaje para que pudiera interpretarlo un hombre normal, como yo. Eliminamos saltos y carreras y añadimos un poco de intensidad. Me gustó que Petersen aceptara normalizar al protagonista. Eso es infrecuente en una industria como la del cine, en la que ni Jesucristo, el mayor superhéroe de la historia, hubiera prosperado sin un buen par de bíceps.
P. ¿Pero había algún interés para usted en la película?
R. Disfruté haciendo la película y el ambiente de trabajo fue muy bueno. El tema, además, tenía la máxima actualidad. No sólo por el sida: fíjese en el atentado con gas en Tokio. Virus, gases mortales y contaminación serán los grandes problemas del siglo XXI. En cualquier caso, es un mito eso de que los actores más o menos reputados tengamos siempre un montón de buenos guiones sobre la mesa. Aceptamos lo que nos ofrecen. Robert Refford hizo Proposición indecente porque no tenía otra cosa a la vista.
P. Los grandes actores, como usted, Robert de Niro, Al Pacino o Jack Nicholson, parecen buscar papeles cada vez más sobrecargados, más difíciles. ¿Es el precio de mantenerse en la cima?
R. Eso es más bien cosa de los directores. Creo, por ejemplo, que fue un error exagerar el papel de Jack Nicholson en Wolf, porque él mismo es la esencia del lobo, y todo debería haberse hecho más sobriamente. En el Frankenstein de Robert de Niro sucede, algo parecido: recuerdo que el personaje de Borís Karloff me conmovió de pequeño, y en cambio el de Robert, con todo su talento, me ha dejado frío por excesivo. Cuanto más sobrecargamos nuestros papeles, más perdemos nuestra alma. Y eso es una metáfora de Hollywood: el negocio consiste, precisamente, en perder el alma.
P. No parece usted entusiasmado con el cine.
R. Nunca he sido un entusiasta, ni un cinéfilo. Tengo una lista de 200 o 300 películas que debería ver, y no me animo. Pero reconozco que es un arte capaz de engendrar maravillas. Si tuviera que citar una de esas maravillas sería. francesa: Juegos prohibidos
[René Clément, 1951]. Esa película me mata. Es tan triste y emocionante la relación de esos dos niños en plena guerra... En mi opinión, los dos hechos cruciales del siglo XX son las guerras de aniquilación masiva y la destrucción de la familia, y esa película es la más bella metáfora sobre ambos temas. Es tan hermosa que me faltan palabras.
P. Y entre sus propias películas, ¿cuál elegiría?
R. Uf.. Quizá Rain man. Durante mucho tiempo busqué el motivo de que mi personaje, un autista, conmoviera a tanta gente. Y creo que fue porque tocaba un problema general. Quizá todos somos parcialmente autistas. Lo más doloroso para un autista es soportar el juego entre identidad propia y ajena, y eso nos ocurre a todos. Si usted me, dijera que soy el mejor actor del mundo, yo, en lugar de abrazarle, bajaría la mirada. Esa sería una reacción autista.
Babelia
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