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Guiños que dejan 'pasmao'

- "Yo creía que iba a ver a un político populista, y me he quedado sor...".- "¡Pasmao! ¡Se ha quedado pasmaaaao!"

Alfonso, antes Guerra, acaba de conseguir su objetivo ante los 400 estudiantes que le han escuchado en respetuoso silencio su respetuoso relato de la transición y que ahora aplauden, y ríen, su desparpajo. Y es que él es, en realidad, "un romántico, una persona bondadosa"... que dice eso de si mismo con una entonación que invita a no creerlo. De hecho, levanta en el auditorio, que abarrota el salón de la Residencia de Estudiantes de la. Universidad Carlos III (Getafé), unas risas de incredulidad que no le molestan, porque lo que realmente le agrada es que se le siga atribuyendo la inteligencia que va unida a la malicia.

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Guerra quiere ser otro. El cambio de escenario requiere también un cambio de papel. Lo ha dicho refiriéndose a la utilidad de los partidos políticos: "Hay que adaptarse". Y cuando la pendiente es descendiente no hace falta empujar. El actúa como si resultara imposible que le lleve por delante la caída electoral, porque está decidido a desempeñar un papel el día después. Pero él, que sigue vanagloriándose del acierto de sus pronósticos electorales -efectivamente certeros- era así de aséptico la noche del miércoles: "Espero, en fin... que los resultados satisfagan a todos [los partidos]". Una forma de eludir la perspectiva real, dura y cruda, y quizá también una forma de desentenderse del fracaso, como si éste derivara del fiasco del "cambio del cambio" y no de la prepotencia bajo la que comenzó la corrupción.

Este Guerra homenajea a la UCD y al Adolfo Suárez, de los que se burló cuando gobernaban. Elogia a "don Manuel Fraga" -antes Fraga Iribarne- por llevar a la democracia a muchos que la despreciaban. Halaga los oídos de Santiago Carrillo, que le escucha en primera fila alabar al PCE fundamentalmente por sus coincidencias con el PSOE. Y lanza desde su silla guiños a las estudiantes que cruzan con él una mirada.

Guerra pone ante los ojos de los estudiantes datos quizá para ellos desconocidos sobre la intrahistoria de la transición, y sobre su propia personalidad. Notifica que, en el instante mismo de conocerse, Adolfo Suárez y Felipe González se "fascinaron" mutuamente. Y eso resultó bueno para la democracia, mientras que ahora... Guerra revela que el PNV habría votado a favor de la Constitución si el Gobierno de UCD no se hubiera echado atrás, en el último momento, para suscribir una fórmula rubricada por el PNV y el propio Guerra sobre el reconocimiento de los derechos históricos del pueblo vasco. Una fórmula recogida poco después en el Estatuto de Gernika.

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Y Guerra revela, también, que es un hombre que guarda papeles, y que sabe usar la puesta en escena. Porque saca un manuscrito de Felipe González que éste le entregó en agosto de 1977, en Sigüenza, en el que le "anuncia" que no se presentaría a la reelección en el 28 Congreso del PSOE, celebrado en noviembre de 1979.

Guerra dice que el PSOE "no es un partido que quiera sacrificar a su líder". Pero viene a decir que, en situación normal, la absoluta identificación de un partido con su líder es "una aventura no deseable".

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