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Tribuna
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Martín Prieto

Si ni siquiera nos merecemos morir de muerte natural, mucho menos de un tiro en la nuca o de un bombazo. No, no dedico esta columna a Martín Prieto porque se merezca menos las amenazas de ETA que cualquier otro, sino porque le conozco y me plantea el absurdo de que él, precisamente él, haya sido amenazado de muerte, esa negación obscena y reaccionaria que se nos mete o nos. meten dentro como un anticuerpo absoluto. Él, que ha demostrado tanta ira camusiana contra ETA como irritación moral cuando contra ETA se ha jugado sucio, desde esa total suciedad del Estado que deviene en Estado delincuente.Ira camusiana contra ETA porque Martín Prieto se ha puesto en la piel de un número de la Guardia Civil o de cualquier miembro de su familia en el momento de volar por los aires y ha pensado lo mismo que Camus sobre las causas que pudieran matar a su madre. Pero cuando han aparecido etarras muertos tras "hábiles interrogatorios", Martín Prieto ha permanecido en la coherencia democrática, en contra de la ley del silencio dictada desde las cloacas del sistema. Si hay un periodista coherente hasta en sus indignaciones desmesuradas, ese periodista se llama Martín Prieto, el excepcional cronista de los juicios del 23-F, el fundamental relator de las secuelas de la "solución final" aplicada por el Imperio a la izquierda del Cono Sur latinoamericano, el implacable retransmisor deportivo del morir de éxito del felipismo.

Las causas nacional populares tienen un sentido hasta que dejan de tenerlo, y si se confirma que una pistola abertzale apunta a la nuca de Martín Prieto, se habrá comprobado una vez más que ETA no sabe que no sabe lo que quiere. Porque no irán a secuestrarle. No tiene un peso y le basta un palmo cuadrado de zulo para reconstruir el territorio de su ensimismada libertad.

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