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Jünger cumple un siglo envuelto en la polémica

Admirado y vilipendiado, el escritor sigue siendo un personaje enigmático

El escritor alemán Ernst Jünger cumple hoy un siglo de existencia, sin que el hecho de alcanzar tan bíblica edad haga amainar la polémica que despierta, sobre todo en Alemania, entre quienes lo consideran un escritor fascistoide y los que veneran su obra como la de uno de los grandes testigos de nuestra época. La fiesta de cumpleaños de Jünger, a la que tenían previsto asistir hoy tanto el presidente federal alemán, Roman Herzog, como el canciller, Helmut Kohl, ha planteado ya problemas de incompatibilidades, que resultan significativos de la personalidad del cumpleañero.

Para evitar que coincidan el democristiano Hans Filbinger (CDU), ex presidente del Estado federado de Baden-Wurtemberg, donde reside el escritor, y el dramaturgo Rolf Hochhuth, los organizadores han optado por no invitar a la fiesta al autor de El vicario, a pesar de que se trata de un amigo de Jünger. Todo se debe a que fue precisamente Hochhuth, en su obra Soldados, quien sacó a relucir el siniestro pasado de Filbinger, uno de los mayores canallas de la reciente historia alemana. Este tenebroso personaje y su desenmascarador, Hochhuth, son amigos al mismo tiempo de Jünger. Nada puede representar de forma más palpable las contradicciones del centenario escritor.

El cumpleaños ha hecho correr ríos de tinta y horas enteras de programas en televisión. Dandi, cursi, sádico, machista, anarquista aristócrata, prototipo del militarismo prusiano, precursor del nazismo, estalinista larvado, mezcla de John Wayne y entomólogo, de surrealista y experimentador de la droga. Ésta es una muestra incompleta de las definiciones y calificativos escuchados o leídos estos días sobre Jünger.

[El presidente francés, François Mitterrand, también ha felicitado públicamente al escritor, del que es amigo personal, y en un artículo que publica hoy el Frankfurter Allgemeine Zeiturng afirma, entre otras cosas: "Es un hombre libre ( ... ) La verdad busca en su pensamiento un equilibrio entre fuerzas contradictorias", informa France Press].

Entre las expresiones culturales relacionadas con el centenario llama la atención un ballet dedicado a Jünger, estrenado en Berlín, donde uno de los coreógrafos más destacados de Alemania, Johan Kresnik, saca a relucir el placer casi morboso del joven Jünger por la guerra. En un tebeo dedicado al autor, una mujer desnuda y dispuesta para el acto sexual exclama: "La lucha es la forma varonil de la procreación".

Ante este cúmulo de informaciones contradictorias, lo único que queda claro es que cuanto más se intenta desentrañar a Jünger, más confuso resulta. A base de citas y de datos biográficos se puede llegar a cualquier conclusión. Resulta indiscutible su condición de prototipo facistoide del "vive peligrosamente" en los años de entreguerras y sus primeros escritos. Su atracción por la guerra hizo que este hijo de un boticario de Heidelberg se convirtiese en una especie de novio de la muerte y se alistase con 18 años en la Legión Extranjera, de donde le sacó su padre. Herido siete veces en la Primera Guerra Mundial, recibió las máximas condecoraciones por méritos de guerra, y sentía excitación por la sangre y el fragor del combate, según sus primeros escritos. También se puede documentar su antisenútismo y nacionalismo, pero parece que despreciaba a Hitler, aunque el Führer le dedicó su libro Mi lucha y Jünger se movió en Berlín en círculos próximos a la jerarquía nazi. Al mismo tiempo, una faceta poco conocida de su vida, viajó a la Unión Soviética con André Gide y otros intelectuales izquierdistas y parece que los comunistas intentaron captarle.

Tal vez su arrogancia intelectual le hizo despreciar a la canalla plebeya del nazismo y rechazó puestos y honores del régimen, pero entró en el Ejército alemán que ocupó París. Allí alternaba con los intelectuales franceses colaboracionistas con los nazis y, al mismo tiempo, se reunía con izquierdistas como Gide o Picasso. Perdió Jünger a su primer hijo al final de la guerra mundial, en un batallón de castigo en Carrara (Italia), a causa de ciertos comentarios despectivos que hizo sobre Hitler.

Con un cierto pudor, los periódicos y la agencia alemana de prensa DPA se refieren a que su otro hijo, Alexander, médico internista, murió en Berlín hace dos años. Para mayor exactitud, se suicidó.

Una de las imputaciones que se hacen estos días a Jünger, que estudió entomología y tiene una colección con más de 40.000 insectos y toda clase de bicharracos, es que le merecen más amor los escarabajos que las personas. En una entrevista que emitió la televisión pública alemana (ZDF), Jünger dialoga precisamente con Hochhuth. Al referirse al tema del suicidio, Jünger dice que la posibilidad del suicidio es algo innato en todos, y constata: "Con ello he tenido experiencias asombrosas". Como quien no quiere la cosa, dice Jünger: "Cuando mi hijo se pegó un tiro, fue una cosa asombrosa. Tengo que definir a Alexander como una víctima de los tiempos modernos. Tenía grandes dolores de cabeza y cayó en manos de un equipo de médicos... Se le produjo una parálisis lateral. Él era un buen internista y cayó en una melancolía profunda. Para mí fue muy difícil. No hubiera pensado que podía ocurrir en mi familia".

Incluso en un terreno tan íntimo resulta difícil adivinar si este hombre es capaz de tener sentimientos o se ha puesto encima con la edad más caparazones que los 40.000 insectos que tiene atravesados por alfileres en su colección. Ernst Jünger cumple un siglo y la polémica no ha hecho más que empezar.

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