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Reportaje:EL LABERINTO DE LA ADMINISTRACIÓN

Compúlseme usted

En la era del correo electrónico aun hay que hacer cola tras un sello que valide en ventanilla los documentos

Muchos padres de fa milias numerosas se echan a temblar cuando se acerca el comienzo de curso. Saben que tienen que dirigir una mirada al bolsillo y profundizar en él para hacer frente a los uniformes, los libros nuevos, tantos gastos Con todo, es algo asumido cuando se es familia numerosa. Lo que no logran entender, en la era del correo electrónico, el fax, la red Internet y tantas novedades tecnológicas fantásticas, es que forzosamente deban soportar colas por una tontería, el síndrome de las compulsas (compulsar: comparar tina copia con el documento original para ver si es exacta. María Moliner)."Para matricularte en cualquier centro oficial, si quieres que te hagan descuento, no basta que exhibas en la ventanilla correspondiente el original de tu título de familia numerosa. Te piden una copia compulsada", dice enfadado un madrileño, padre C le seis hijos.

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"Para conseguir esa fotocopia compulsada has de acudir a la sección de títulos de familia numerosa en un determinado organismo de la Seguridad Social de tu comunidad autónoma, una tarea ímproba en épocas de matriculación, porque se forman unas colas enormes. Pero lo que más te llama la atención es que el funcionario ni siquiera se molesta en mirar el documento original, y luego, cuando vas a hacer la matrícula, nadie se molesta en comprobar que la fotocopia compulsada que tú entregas coincide con el documento original. Ni que decir tiene que esto es lo que necesariamente sucede cuando la matrícula se hace por correo. ¿Para qué demonios sirve la compulsa? ¿Por, qué no vale la simple fotocopia y que el funcionario compruebe que se corresponde con un determinado original?".

Sin apelar a los demonios, esa misma pregunta se hace el Defensor del Pueblo, porque quejas similares a las del padre de familia madrileño le llueven en abundancía cada año.

Muchos planes de modernización de la Administración y sigue siendo. necesario aguantar colas para que a uno le planten un tampón en el papel. Se producen situaciones de sonrojo. Como la de un canario que pretendió obtenel la compulsa de cinco copias de su título académico mediante la presentación de una copia autentificada del mismo ante la Consejería de Educación, Cultura y Deportes de las islas.

El funcionario de turno le dijo que no le podía tramitar la compulsa si no abonaba previamente las tasas del servicio. El hombre tuvo que salir de las dependenciass oficiales y dirigirse a un banco para efectuar el ingreso correspondiente. Satisfecha esta encomienda, la consejería decidió que no procedía la compulsa porque el documento que se presentaba no era el original.

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No sólo eso. La consejería se negaba a devolverle las tasas que había pagado el probo ciudadano, basándose en que el servicio de compulsa no se había podido realizar por culpa del interesado y no por algo imputable a la Administración. ¡El colmo!, debió de pensar. Me hacen dar vueltas y adelantar dinero por un encargo que no satisfacen. Casi un año ha tardado la Administración canaria en devolver las tasas indebidamente cobradas. Ni lo hizo de motu propio, como era de rigor, ni a requerimiento del ciudadano que pretendía modestamente compulsar cinco copias de su título academico.

Tuvo que intervenir el Defensor del Pueblo en dos ocasiones y reprender a la Consejería de Educación. "Difícilmente puede considerarse que el servicio no se prestó por una causa imputable al interesado; lo que ha ocurrido aquí", viene a decir el Defensor, "es que el ingreso debe considerarse indebido, dado que el servicio solicitado resulta de imposible cumplimiento. Lo que conduce a concluir que en ningún momento existió hecho imponible sobre el cual pueda fundamentarse el abono de una tasa".

El compúlseme usted, o síndrome de las compulsas, resulta penoso cuando quien recurre a ellas reside en una población con menos de 6.000 habitantes. La ley permite hacer este trámite en las oficinas de Correos, pero he aquí que un ciudadano que acudió a la oficina de su pueblo se topó de bruces con la negativa de la ventanilla. Los funcionarios de Correos se rigen por una ley de la posguerra (1958) según la cual sólo las oficinas postales servidas por personal técnico o auxiliar (estafetas) están autorizadas a cursar instancias o escritos que los particulares o entidades dirijan a dependencias oficiales. Con todo ello, los ciudadanos que vivan en municipios de menos de 6.000 habitantes no tienen derecho a compulsar en su pueblo, ya que no existen estafetas: tienen que desplazarse a otras poblaciones de más categoría, donde sí las hay.

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