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¿Cómo se explican tantos errores de ortografía?

Juan Arias

No pasa día en que algún lector, de cualquier rincón de España, no escriba o llame por teléfono al Defensor del Lector para quejarse -a veces con amargura, a veces con manifiesta irritación- por el incremento que, semana tras semana, se advierte de los llamados "errores ortográficos" o "gramaticales" aparecidos en las diversas secciones del diario, pero sobre todo en los artículos de información.El Defensor del Lector ha echado la cuenta y, en estos primeros cinco meses de su tarea, sin duda más del 50% de las quejas de los lectores se refieren a este aspecto del diario, junto con los errores encontrados en los pies de fotos y las equivocaciones en la transcripción o traducción de palabras y nombres extranjeros.

Este departamento ha respondido personalmente a cada uno de los lectores que se han quejado de lo mucho que les molestan dichos errores. Y les ha explicado que el Defensor del Lector pasa periódicamente a todo el equipo de dirección del diario un informe con todas sus quejas detalladas, con el ruego de que se tengan muy en cuenta. Y algún lector, como Manuel Echevarría, ha comentado telefónicamente, con bondadosa y castiza ironía: "Pues o no le hacen ni puñetero caso o se ve que la cosa es desesperada y sin arreglo".

Tampoco Antonio Manteca González, de Málaga, se ha dado por satisfecho con mi carta. Y responde: "De todas formas, no me queda claro si las incorrecciones las cometen los redactores de un determinado texto, o los que transcriben el mismo, o quienes componen el periódico. Y desearía saberlo para no cometer injusticias a la hora de culpabilizar a nadie". Y añade: "Por otro lado, desearía hacerles saber que si critico es porque uno acaba considerando casi de familia un periódico que compra y lee todos los días desde hace años, y por ello duelen más los errores en él".

En general, los lectores insisten en una serie de preguntas que podrían resumirse así: ¿quién es el responsable último de ¡que un diario con el peso y rigor de EL PAÍS no consiga resolver un problema que ya había sido abordado por los anteriores Defensores del Lector?; ¿es posible que con la tecnología avanzada de hoy un diario no cuente con un corrector de textos que evite por lo menos erratas que avergonzarían a un niño de escuela, como "andaron" o "varonesa", o palabras horriblemente acentuadas, como "manteniéndo", "esperándo", "despéjando", "incurriéndo", "apuntálando", en apenas 40 líneas de un mismo artículo?; ¿cómo se explica que los mismos errores, a veces garrafales, aparezcan en diversas ediciones?; ¿cómo funcionan los mecanismos de un diario, y de un diario líder como EL PAÍS, usado internacionalmente en escuelas de idiomas y en universidades como material didáctico?; ¿es que no cuentan con un equipo de corrección como tienen otros importantes diarios europeos?; ¿qué está haciendo concretamente la dirección del diario para dar respuesta a dichas quejas?

Y muchos lectores se adelantan a decir que no les respondamos que "un diario se hace muy deprisa" y que dichos errores "son inevitables", porque, afirman, "ya nos conocemos ese sermón".

Un lector, dirigente de una empresa bancaria, ha preguntado al Defensor del Lector si EL PAÍS "no exige alguna vez responsabilidades ante la falta de calidad de algunos de sus productos periodísticos", refiriéndose concretamente al multiplicarse de errores ortográficos y gramaticales, "como haría cualquier empresa".

Responde el director

Este departamento, ante la insistencia de los lectores, muchos de ellos fieles a este diario desde su aparición, generalmente de buen nivel cultural, que se manifiestan seriamente preocupados por el aumento de errores ortográficos que aparecen en nuestras páginas, ha preferido que sea el director, Jesús Ceberio, quien responda a sus preguntas, teniendo en cuenta que -como rezan nuestras normas internas- los lectores son los que hacen posible, al darnos su confianza diaria, que el periódico salga a la calle. Y quienes, por tanto, tienen todo el derecho y hasta el deber de exigirnos que les ofrezcamos un producto digno de nuestro oficio de informadores y escritores.

Y así ha respondido:

"Antes que nada, no puedo menos que pedir disculpas a nuestros lectores por el irritante número de erratas que contiene el periódico. Puestos a buscar explicaciones, y aunque suene a sermón ya sabido, como dicen aIgunos lectores, no deja de ser cierto que la urgencia en el proceso de producción contribuye a aumentar los errores. EL PAÍS tiene un servicio de corrección por el que deben pasar todos los artículos que se producen con cierta antelación (opinión, cartas), así como los editoriales y la primera página. Creo que en estas zonas del periódico hemos conseguido un nivel razonable. Es en las informaciones del día, y sobre todo en las de última hora, donde los sistemas internos de control y edición no funcionan adecuadamente. Estamos estudiando la posible implantación de un sistema de autocorrección que, junto con el retraso en la hora de cierre del periódico, debe permitir una mejoría notable. Es una batalla que no doy por perdida y en la que también está empeñada la Redacción, aunque a veces el resultado entiendo que puede resultar desesperante para muchos lectores".

Al Defensor del Lector no le queda más que agradecer al director el que haya querido pedir perdón a los lectores que sufren cotidianamente con nuestros errores tipográficos y gramaticales y hacer votos para que acabe ganando cuanto antes esa batalla, que no da por perdida. Batalla en la que me consta que está empeñado todo el equipo directivo deseoso de ofrecer a los lectores un periódico no sólo cada día mejor informado, sino también mejor escrito.

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