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Un tobogán de hielo y muerte

La reapertura ayer del aeropuerto de Sarajevo, tras el compromiso de los serbios de no disparar contra los aviones de las Naciones Unidas que con su puente aéreo -de alimentos, personas y medicinas- mantienen viva la ciudad, permitió que la capital bosnia, volviera a tener un cordón umbilical con el exterior. Volviera a respirar. Hasta ayer era sólo accesible, con riesgo cierto de la vida, a través de una pista helada que serpentea por el monte Igman, una cima de más de dos mil metros que la domina la capital.A través de la imponente montaña, ahora en parte desmilitarizada y desde cuyas cumbres los serbios han disparado a placer sobre Sarajevo, rodaba el miércoles sobre cadenas o en vehículos todoterreno todo aquello que necesita imperiosamente entrar o salir de la ciudad. Prácticamente, nada que no tenga que ver con la guerra, ahora que el camino está convertido por la niebla y el hielo en un mortal tobogán de tres metros de anchura.

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Salpicado de controles en lugares inverosímiles, azotado por la ventisca y espesamente tapizado de fantasmagóricos abetos encapuchados de nieve, el Igman es un desafío donde el invierno sigue reinando. A lo largo de casi tres horas de trayecto para recorrer unos pocos kilómetros, desde la vertiente de Pasaric hasta las taladas faldas que se recuestan a las afueras de Sarajevo, algunos inverosímiles coches con cadenas, un renqueante convoy de dos camiones escoltado y varios camiones más parados en un control bosnio, como los periodistas, "porque va a pasar una delegación oficial".

La delegación de principales pasa precedida por un todoterreno de la policía, para empantanarse poco después junto a un camión en un recodo. Por un momento, Sarajevo aparece allá abajo al sol de la caída de la tarde, sólo para volverlo a ver una hora después, desde Hrasnica, casi a oscuras y bajo una enorme nevada. El último tramo del tobogán, donde el barro sustituye al hielo, hay que hacerlo a toda marcha y protegiéndose con chalecos antibalas. Se trata de la zona del Igman, como saben muy bien tos habitantes de la capital bosnia, batida regular y certeramente por los morteros serbios.

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