Aprender de nuevo a ser persona tras un traumatismo cerebral
Los traumatismos craneoencefálicos graves provocan lesiones cerebrales que convierten a los afectados en personas incapaces de valerse por sí mismas. Son en su mayoría pacientes jóvenes a los que los servicios médicos generales no tienen más que ofrecer cuando acaba el periodo de rehabilitación física. Desde hace tres años, la unidad de daño cerebral del hospital psiquiátrico Aita Menni, de Mondragón (Guipúzcoa) intenta paliar el vacío asistencial existente en España con tratamientos intensivos de las deficiencias físicas y psicológicas que presentan estos pacientes."El objetivo del tratamiento es que lleguen a recuperar el máximo de autonomía personal a pesar del daño cerebral que han sufrido", señala la neuropsicóloga Itziar Ugarteburu, responsable de la unidad. "El 90% de los pacientes presentan mejoras importantes en su recuperación".
La situación de los pacientes que requieren tratamiento en la unidad de daño cerebral es similar a la que sufre el personaje que interpreta Harrison Ford en A propósito de Henry. El protagonista de la película es víctima de un traumatismo grave que está a punto de costarle la vida. Los cuidados intensivos logran salvarle, y superado el coma, el personaje abandona el hospital convertido en otra persona. Ha olvidado su pasado, no reconoce a su familia ni puede comunicarse, debe volver a aprender a leer y escribir y es incapaz de volver a su trabajo de abogado.
Pero el final feliz de la película es difícil de alcanzar en la realidad. "Una lesión cerebral afecta a todas las funciones humanas, desde secuelas físicas hasta trastornos emocionales", indica Itziar Ugarteburu. "Nosotros abordamos las patologías de forma integrada, teniendo en cuenta los aspectos psíquicos dentro del problema global de cada paciente. Muchas veces los transtornos píquicos son los que obstaculizan la rehabilitacion física"Círculo familiar y social
La unidad está dirigida a pacientes que han sufrido un traumatismo severo, casi siempre en un accidente de tráfico, pero también laboral o deportivo. Sufren falta de coordinación en los movimientos, temblores, dificultades de comunicación, déficit de memoria y atención, y muy frecuentemente epilepsias postraumáticas. Además, pueden padecer trastornos del comportamiento que obstaculizan su reintegración en el círculo familiar y social.
"Son pacientes muy complejos porque presentan una patología muy extensa e interrelacionada, y a menudo con problemas físicos añadidos", explica el director médico del centro, Iñaki Madariaga. "Las patologías que presentan estas personas recomendaban que fueran tratados en hospitales psiquátricos, más adecuados para estancias medias y largas que los hospitales generales", señala. La unidad de daño cerebral está integrada por un equipo de neuropsiquiatras, neuropsicólogos, psicoterapeutas y logopedas. Tras la primera evaluación, el equipo establece un tratamiento, que siempre incide en los aspectos con mayores posibilidades de recuperación.
En el pasillo de la unidad, una pizarra señala al detalle el horario de actividades de cada paciente. El aseo personal y las tareas domésticas están presentes en el tratamiento. "Se trata de que vuelvan a aprender a lavarse, a afeitarse, a hacer la cama. Intentamos que recuperen la capacidad funcional hasta alcanzar el máximo posible de autonomía personal y vuelvan a sentirse motivados", recuerda Itziar Ugarteburu.
Más tarde comienzan, según la necesidad de cada paciente, los tratamientos fisioterapeúticos, los ejercicios de recuperación del lenguaje, o de otras capacidades alteradas. Los resultados son patentes al final del proceso en casi todos los pacientes tratados. "Hay motivos para el optimismo", dicen los responsables del hospital.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.