Novillada, y de las malas
Fernández / Esplá, Espartaco, PonceToros de Atanasio Fernández (3º abecerrado, devuelto), tres primeros impresentables e inválidos, resto chicos encastados. Todos anovillados.
Luis Francisco Esplá: estocada baja (ovación y salida a los medios); pinchazo y estocada ladeada (petición, ovación y salida). Espartaco: dos pinchazos y descabello; le perdonaron un aviso (ovación y saludos); dos pinchazos, otro hondo bajo y estocada delantera baja (pitos).
Enrique Ponce: estocada, rueda de peones y tres descabellos (silencio); pinchazo hondo y rueda de peones que tira al toro (oreja).
Plaza de Valencia, 19 de marzo (tarde). l3ª corrida de feria. Lleno.Toros de Flores Tassara para rejoneo. Cartagena: oreja. Bohórquez: oreja. Luis Domecq: vuelta. Antonio Domecq: vuelta. Cartagena-Bohórquez: vuelta. Hermanos Domecq: dos orejas.
Plaza de Valencia, 19 de marzo (mañana). l2ª corrida de feria. Tres cuartos de entrada.
Por la mañana perpetraron rejoneo y por la tarde soltaron una novillada que habían anunciado corrida de toros. No toda: su primera mitad consistió en la parte seria del espectáculo cómico-taurino-musical. Y no precisamente por la seriedad de lo que allí acontecía. sino por su tristeza.. La verdad es que daban ganas de llorar. Salían los novillos chiquitines e indefensos, y movían a la compasión. Encima se caían.
El tercero traía aires de becerro y aún debía gulusmearle el paladar el saborcillo de la leche que mamó de su mamá la vaca, probablemente llamada Yegüera, porque al animalito le pusieron Yegüero. Cómo sería el Yegüerito chiquitín y enternecedor, que el público valenciano, tan triunfalista de suyo, armó un escandalazo, y el presidente se vio forzado a devolverlo al corral.
Lo que salió, no tenía más edad ni más trapío, y le fallaban los flejes, pero la valencianía táurica ya había agotado su -reserva piadosa para el reino animal -sector bebés- y optó por marcarse una de disimulo. Además el inválido correspondía a Ponce, astro de moda. Si doce pases le dio el astro de moda, doce veces se desplomé, el becerrito, que rampaba agónico por el redondel.
Les llegó el desquite a Ponce y el poncismo, de consuno, con ocasión del sexto novillo, otro inválido de bondadoso temperamento. El titular de la causa brindó a la afición y la afición correspondió con un clamor, convertido en explosión, de júbilo al comrpobar que la montera caía boca abajo. Y ya no paró de aplaudir y vitorear, hasta que hubo conseguido la oreja para el titular de la causa. Entre tumbos del novillete, el mencionado titular ejecutó dos tandas de reposados redondos, luego un montón de pases rápidos, acabó con los consabidos ayudados y su abaniqueo, cobró un pinchazo, los peones le tiraron el toro y ¡Viva Valencia! ¡Viva Cartagena! ¡Viva la íniadre superiora! La corrida, el pabellón, el Micalet, la falla de Sant Josep, habían quedado a salvo.
La realidad fue muy otra, sin embargo. La realidad fue que cuanto producto cárnico les echaron en Valencia a Ponce y sus amigos, no lo hubieran dejado acercarse ni a extramuros en cualquier plaza de mediano fuste. La realidad fue, asimismo, que Espartaco pegó un pequeño sainete. Al becerro le aplicó pases con la derecha y con la izquierda sin gusto ni ajuste, y al novillo de casta que le correspondió después, le estuvo tirando líneas desde la lejanía, sin exponer un alamar. Y cosa rara en Valencia: le dedicaron una pitada.
Luis Francisco Esplá, en cambio, tuvo una actuación bullidora, vistosa y emotiva en los tercios de banderillas. Venía sustituto de El Soro, a rellenar el cartel, y le tocó el único ejemplar fuerte y encastado de la tarde. Por casualidad, ¡naturalmente!, según suelen decir los taurinos y los presidentes de su cuerda.
Variado y decoroso en las faenas de muleta, lidió muy bien, entró en quites, banderilleó con exposición. Gracias a sus facultades físicas salvó las arrancadas vigorosas, y aunque la fiera iba recrecida y con muchos pies en el segundo tercio, la dio ventaias Y reunió los pares -de poder a-poder o por los terrenos de dentro- ganan do limpiamente la cara. Un auténtico alboroto armó Luis Francisco Esplá; y era lógico, pues llenó de emoción el tercio de banderillas. Y un detalle: al lancear en quites, iba ganando terreno hasta las rayas, de manera que cuando los remataba, el toro quedaba en suerte para la siguiente vara. Eso es torear. Si no llega a ser por la casta del torito aquel y la torería de Luis Francisco Esplá, la mal llamada corrida de toros habría constituido, de principio a fin, una charlotada.Y de las malas.
Babelia
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