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El calor de los sevillanos convierte la boda de la infanta Elena en una fiesta popular

La primera boda real celebrada en España desde 1906 tuvo de todo. Espectáculo, emoción, dignidad y fiesta popular. Constituyó un paréntesis de diversión y relajo para una ciudadanía inmersa desde hace meses en un ambiente de escándalos y corrupción. Era la una y seis minutos de la tarde de ayer cuando Elena de Borbón y Grecia, de 31 años, la hija mayor de los Reyes, pronunciaba un firme sí ante el altar mayor de la catedral gótica de Sevilla, y ante decenas de millones de telespectadores en España y en todo el mundo. Se convertía así en la esposa de un aristócrata muy alto que trabaja en un banco: Jaime de Marichalar. También tiene 31 años.

Sevilla, puertas afuera de la catedral, con la primavera adelantada, 23 grados de temperatura y embriagada de azahar, estalló en un inmenso "olé". La ceremonia, sobria y magníficamente televisada por la realizadora Pilar Miró, duró 75 minutos.Y ocurrió como en todas las bodas. La novia resplandecía con un traje de organza de seda natural satinada de marfil y con una espectacular cola de 10 metros, pero llegó cinco minutos tarde. Los padres de ella, los Reyes, se emocionaron. El novio se puso nervioso con las arras. Y el oficiante, el arzobispo de Sevilla, Carlos Amigo, recordó la importancia del amor.

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