Copenhague
"La Conferencia más canalla de estos tiempos", como dice Haro. "Se prospecta una especie de frente popular de todas las personas justas y razonables -escribía Adorno aludiendo a las películas de message-, y el espíritu práctico del message, al demostrarnos lo fácil que sería mejorar las cosas, pacta con el sistema a través de la ficción de que un sujeto social colectivo, que hoy ni siquiera existe en cuanto tal, podría arreglarlo todo con tan sólo reunirse en cada trance y terminar con la raíz del mal". Pues bien, esto que disculpamos en la naïveté de un guionista o de una asociación pía "Por un mundo mejor" se vuelve literalmente canalla en una organización como la ONU, que ya lo sabe todo sobre el mundo y cuáles son las fuerzas que lo aherrojan y lo determinan. Rafael Díaz Salazar (El País, 6-3-95) denuncia la mudez de Copenhague sobre el "Dividendo de la Paz", ese embeleco ideológico, no menos canalla, de que el fin de la Guerra Fría propiciaría la liberación de inmensos capitales para las necesidades vitales de los hombres, como si 40 años de fomento, inversión, investigación y desarrollo de la industria de armamento y de expansión mundial de su comercio no fuesen ya una condena casi sobrehumanamente irreversible. para la economía de los países productores, al convertir cualquier intento relevante de reconversión a producciones más benéficas (con el correspondiente abandono de un mercado cuya virtud es crecer en realimentación positiva permanente, a cambio de otros todavía en gran parte inexistentes y con expectativas tan difusas como difícilmente calculables) en una opción con un grado de riesgo prohibitivo para un empresariado sometido a tal velocidad de competencia que cualquier cambio que exija una cierta medida de desaceleración del ritmo medio de reciclaje lucrativo no es más que una garantía de perdición. ¡Copenhague, comedia de message, ficción canalla!
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