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¿Qué pasa en España?

España se dice que ha sido un país católico. Incluso que lo es todavía. Nuestros obispos están convencidos de que la casi totalidad del país es católica en último extremo, por más que se diga. Hasta han conseguido unas estadísticas que afirman serlo el 90% de nuestros habitantes.Pero las encuestas realmente científicas, de los dos mejores especialistas españoles -González Anleo y González Blasco- dicen lo contrario. En nuestro país se declaran no creyentes el 26% de sus pobladores; y el resto son, en su mayoría, dudosamente católicos, e incluso también dudosamente creyentes en cosas fundamentales para uno que creyese de verdad. Además tenemos otra característica olvidada por nuestros dirigentes espirituales: que, a diferencia de los países de nuestro entorno cultural, no son pocos los que afirman, entre esos no creyentes, que son ateos. La lectura del libro reciente de Gironella, ampliando aquella obra suya que hizo época en 1969, lo demuestra palmariamente.

Los que dicen ser creyentes en ese último libro demuestran en su mayoría una pobreza de razones y una ignorancia de los mejores estudios que se han hecho acerca de este tema que es verdaderamente penosa. Ninguno apenas alega una razón de peso para creer, sino que se aferran a una experiencia más sentimental que razonada, bastante infantil, en vez de exponer unas convincentes razones.

Pero hay todavía más: la edición de libros religiosos está pasando por una gran crisis en nuestra nación, no sólo de cantidad, sino sobre todo de calidad. Incluso de libros de divulgación popular, que están basados en los últimos estudios científicos, como el best seller francés Jesús, el hombre, aquí ha pasado su traducción castellana sin pena ni gloria. Las obras de más difusión son libros de tres al cuarto, inspirados en un sentimentalismo religioso de apariencia moderna bastante hortera y seudoprogresista, o en un verbalismo engañoso que mezcla lo oriental y lo cristiano de modo superficial. Hasta las obras de autores serios que invaden el campo religioso, aunque sea tangencialmente, suelen estar llenas de pobreza en cuanto a un conocimiento de los mejores pensadores cristianos actuales.

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La opinionitis ha invadido el mundo religioso español y no la búsqueda de la verdad, con su camino trabajoso para alcanzar alguna evidencia. Y algunos claramente no creyentes, que hacen profesión de fe de ateísmo militante, resultan tan obsesionados en su postura polémica que nada tienen que ver con la actitud científica actual en otros mundos, tan cuidadosa y modesta en sus afirmaciones.

Nuestras revistas religiosas, si se comparan con lo que se edita en el extranjero, dan pena por lo general y, por supuesto, es frecuente que se caigan de las manos, porque se parecen a aquellas antiguas hojas parroquiales sólo que con lenguaje y presentación modernas. Aparte de sus cortísimas tiradas, que suelen ser la décima parte, y aun menos, que en Francia o Italia.

La religión hispana actual es de baja categoría, y los que quisieron darle nivel cultural, como José Bergamín antes de nuestra guerra civil con su ejemplar revista Cruz y Raya, fueron considerados unos extravagantes heterodoxos y hasta unos infiltrados.

Yo, que me considero cristiano, me siento muchas veces más a gusto en contacto con otros, que no lo son, y que toman en serio y con respeto y cultura su postura, que con los que militan en las mismas filas religiosas que parece que yo milito.

Y, por supuesto, me siento afín a aquellos pensadores de otros alejados tiempos que llevaron adelante una batalla contra la, superstición y la vulgaridad religiosas. Por ejemplo, me llenan de satisfacción las reflexiones religiosas y morales de Voltaire y sus premoniciones sobre la ciencia aplicada al estudio de los libros sagrados como la Biblia, o sus críticas sobre ese Dios espantajo que hemos descrito en nuestros manuales de religión.

Mi gran mentor es nuestro olvidado filósofo anglo-español Jorge Santayana, con su religiosidad estética llena de tintes agnósticos. 0 el bueno de Spinoza, que tanto atrae a mi amigo Fernando Savater, cuyo anticlericalismo ¿místico? -con su atracción por el Peregrino querubínico del católico Angelus Silesius- nos viene muy bien a los españoles tenerlo entre nosotros hoy. ¿Por qué digo esto? Porque está de moda sostener equivocadamente que la actitud anticlerical debe estar ya sobrepasada, por ser de otros tiempos, como sostienen nuestros obispos y sus acólitos seglares de turno, con el fin de que los dejemos tranquilos con su poder todavía excesivo.

Del reciente libro de Gironella sobre 100 nuevos españoles y Dios, recomendaría la lectura de las contestaciones que dan a sus preguntas Haro Tecglen y Savater. Debían meditarlas todos los católicos españoles con serenidad y reflexión y no meterlos, sin atender a lo que dicen, en el cajón de los rechazables, y dejar así sin efecto lo que exponen a propósito de la religión el último, o del Evangelio el primero.

España, ¿es un país religioso? Sí, pero pagano teñido de una engañosa vestidura cristiana. No tenemos más que observar nuestras grandes fiestas religiosas: la Navidad y la Semana Santa. ¿Interesa a alguien enterarse seriamente cuándo llegan esas celebraciones tradicionales, y saber lo que son de verdad históricamente? Porque las dos tienen más de paganas que de evangélicas si leemos las memorias del tiempo de Cristo que llamamos Evangelios a la luz de la razón y de la ciencia bíblica imparcial. Y veremos que muy poco de lo que celebramos se dice en ellos.

O el atractivo popular -España es el país donde hay más pretendidas revelaciones- que despiertan entre nosotros las apariciones de la Virgen, que nada tienen que ver con la figura de María, tal como es presentada y descrita en los cuatro Evangelios. Porque se la "ve" en esas apariciones bajo unas imágenes antihistóricas, trayendo mensajes de castigo y beligerancia contra países o personas si no cumplen sus infantiles propuestas. Y lo hace precisamente en esas revelaciones de modo contradictorio con la descripción que hace del Príncipe de la paz el profeta Isaías (IX, 6). Yo recomendaría que los ciegos seguidores de esta María sentimentaloide leyeran al menos el Magnificat que recitó la verdadera María de la historia, que transcribe san Lucas, en cuyo canto de exaltación de su misión para nada se pide otra cosa que justicia social, y no la, práctica de devociones cursis o ingenuas, ni ortodoxias cicateras y cerradas, para estar de acuerdo con el mensaje del Evangelio.

Desgraciadamente, Spain is different respecto al mundo cultural y religioso de la sociedad desarrollada actual, pues parece que en el cielo de estos ciegos creyentes no se preocupan para nada de la corrupción, del paro o de las injusticias sociales y de su remedio.

E. Miret Magdalena es teólogo seglar.

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