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CONFLICTO PESQUERO

Como en casa

La liberación del 'Estai' no satisface a ninguna de las partes

JOSÉ M. CALVO "!Como si estuviera en casa ya! !Si es donde vivimos! Hazte una idea, aquí pasamos 10 meses al año. Y mira lo que está allí, en el palo de popa: la bandera española. Esto es territorio español, ¿eh? ¡ojo! que esto es territorio español". Habitualmente reservado y serio, el engrasador de máquinas José Martínez rebosa felicidad. Ya está metido en el mono de trabajo y con su misión terminada: el Estai espera sólamente al práctico para salir de puerto. La cubierta está tomada, ya no por los especiales de la Policía Montada, sino por periodistas que bromean con los marineros. Fotos de despedida y abrazos entre los cables de acero, los tablones mojados por donde arrastran las redes con las capturas, cámaras que suben y bajan peligrosas escaleras.

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El capitán Davila controla desde el puente de mando los preparativos. Está tenso y fastidiado por las esperas de última hora -el práctico, las fotocopias de los libros- y por el estado de suciedad en el que la custodia canadiense ha dejado el barco: "No te pienses que esto lo tenemos así. Esto es nuestra casa. ¡Esto está siempre limpio joder!".

José Luis Martínez, el cocinero, enseña con orgullo sus dominios ("te -enseñaba las cámaras, pero está todo precintado hasta que salgamos") y nota el paso de canadienses con buen apetito y escaso orden: "Todo revuelto, todo jodido, llevaron cervezas, llevaron ponche... Aquí quedó empanada y milanesas hechas... !Se las comerían!". "!Qué desembarquen los hombres, que queden las mujeres!", grita Manuel Nogueira a pleno pulmón, coreado por los marineros.

Y su carga, la espina clavada, las 135 toneladas que se quedan en Saint John's: "Ya le he dicho a uno de la televisión canadiense que eso en mi País se llama robar: El que le quita el pan a un trabajador se considera ladrón. Yo tenía ya ganas de marcharme del follón este, pero marchar así, que te saquen el dinero, es como si vas desnudo a casa".

El embajador José Luis Pardos toma fotos a todos, y todos quieren fotografiarse con el que ha sido su mejor amigo en Saint John's. "!Bienvenido a nuestro barco, a nuestro barrio, aunque yo soy murciano y estos gallegos!". Han pasado mucho en muy poco tiempo estos hombres que miran. ya impacientes el agua oscura, iluminada por los focos del Estai. Todos quieren irse ya. Los periodistas canadienses van saliendo, todavía desconcertados por la explosión de nervios y risa en el barco mientras sus colegas españoles se hacen una foto con la tripulación a golpe de sirena.

Fuera, en el muelle, policías, funcionarios y curiosos miran al Estai. Silencio y caras largas, poca fiesta y frío. Triste y enfadado, un hombre mayor murmura entre dientes: "Ha costado más cogerlo que lo que pagan y ahora se van...". Benjamín, Julio, Manuel, Benito, Severino, ninguno le escucha. Todos ríen, ojos brillantes y abrazos de despedida. "Un saludo para todo el pueblo de Vigo, se portaron de putísima madre, oye, y la familia, y los alrededores de Vigo, y a toda España, adiós, adiós...".

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