Quejas al defensor
LOS INFORMES del Defensor del Pueblo se han convertido en una fuente de conocimiento Obligada. para saber lo que sucede en los entresijos de las administraciones públicas. Y lo que sucede no es en modo alguno satisfactorio para el ciudadano. A o tras año dichosInformes señalan los mismos defectos sin que, aparentemente, los responsables públicos hagan mucho para subsanarlos: burocratismo, prepotencia, dilaciones indebidas, silencios injustificados...El informe correspondiente al año 1994, que acaba de presentar el defensor del pueblo, Fernando Álvarez de Miranda, a las Cortes Generales, no es una excepción. Su contenido reiterativo respecto a los que esa institución viene elaborando a lo largo de sus 13 años de existencia salta a la vista: el mismo tipo de quejas, los mismos fallos señalados, los mismos servicios públicos denunciados. Lo cual lleva a deducir que algunos comportamientos funcionariales y actuaciones administrativas han degenerado, en males crónicos. El ciudadano parece no tener otra salida que la resignación. A esta actitud estoica y
desesperanzada del ciudadano puede deberse el ritmo decreciente de las quejas que se presentan en los últimos años: de 29.396 en 1990 a 18.594 en 1994.
El cometido del Defensor del Pueblo es resolver las quejas concretas que le llegan, no reformar la Administración. Pero, sin la reforma de esta última, sus defectos de funcionamiento seguirán produciendo año tras año las mismas quejas. Y mientras esto sea así, los ciudadanos, unos hoy y otros mañana, se encontrarán con los mismos problemas en su trato diario con la Administración. En el mejor de los casos, los problemas se paliarán en alguna medida, pero no se erradicarán las causas que los provocan. Es lamentable, en ese sentido, que las decenas de miles de quejas acumuladas al cabo de los años ante la institución del Defensor del Pueblo no hayan servido para generar un auténtico propósito de enmienda en el ánimo. de los servidores públicos, tanto si ejercen sus funciones lejos del público como a pie de ventanilla.
Pero este año la presentación de la memoria del Defensor del Pueblo al Parlamento -un rito ya instalado en la vida,pública española, como lo es la presentación en el acto de apertura de los tribunales de la memoria de la Fiscalía del Estado sobre la actividad delictiva, ola del Consejo General del Poder Judicial sobre el estado de la justicia- ha ofrecido una novedad: el perfil sociológico de quienes acuden a la institución. No son, los ciudadanos más desprotegidos quienes más se defienden frente a los abusos o reclaman sus derechos, sino los más concienciados e integrados socialmente. Este fenómeno de dualización social -una mayoría más o menos integrada y satisfecha y una minoría que no sabe o no puede utilizar en su favor los medios de defensa del sistema- ha sido. descrito por el economista Galbraith referido. a la sociedad norteamericana. Comienza a percibirse también en las sociedades europeas occidentales.
Nada de extraño tiene, pues, que quien se queja ante el Defensor del Pueblo sea un ciudadano instruido, en su mayoría poseedor de un título universitario, de. edad media, hombre más bien que mujer, cabeza de familia y que mantiene algún tipo de. relación júdicial, educativa, sanitaria, fiscal o meramente administrativa con las diversas administraciones, públicas. Álvaréz de Miranda ha prometido llevar la labor de la institución hasta los sectores sociales más desfavorecidos. Está bien que lo prometa. Pero no está en su mano conseguirlo mientras persistan políticas de marginación cultural o dé otro tilo que provocan la indefensión de los más necesitados y de quienes sufren mayores injusticias.
Tampoco hay que extrañarse de otro dato que, año tras año, aparece en los informes del Defensor del Pueblo: el mayor número de quejas se produce en los sectores donde la demanda ciudadana es mas fuerte - , vivienda...- sin es mas que aumente en la misma medida, la oferta en medios y en eficacia organizativa. Lo preocupante es que sean tantas y no constate una disminución apreciable.
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