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CASOS ROLDÁN Y GAL

El magistrado renuncia a su virginidad

Juan Alberto Belloch ha dejado de ser un magistrado metido en política para convertirse en un político con formación de magistrado. Ayer renunció a su virginidad. Y además puso gesto de disfrutarlo. Desvió hacia la controversia dialéctica el emplazamiento a que había sido sometido para acreditar con datos policiales su versión triunfal de la detención de Luis Roldán. Su forma de argumentar fue la de quien ha tendido una trampa que ha terminado por llevar a Roldán a la cárcel. Y, además, hizo un guiño a IU, y se revolvió contra el PP con todo tipo de munición: una de grueso calibre y otra un tanto mojada. Porque es verdad que el PP suele deslizar conjeturas de las que luego no se siente responsable, amparado en que la rapidez con que irrumpen los escándalos borran gratis sus temeridades. Pero es, cuando menos, una ligereza impropia de la talla política que ambiciona Belloch decir que no siente respeto por el PP, tras el que hay ocho millones de votos.El problema para Belloch es que no serán sus palabras de ayer, sino las actuaciones judiciales, las que mostrarán finalmente quién ha engañado a quién. Porque el pasado miércoles invocó en ocho ocasiones al "Gobierno de Laos" para descargar en él la responsabilidad de las condiciones de la "extradición" de Roldán. Ayer ya no había "extradición", y. no pudo hacer una cita de autoridad como aquélla, porque los documentos son falsos.

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Si sabía que eran falsos, ¿por qué no previno a los ciudadanos de buena fe, y no realizó la exhaustiva argumentación jurídica que desplegó ayer para mostrar que las anomalías en la captura no invalidarían nunca el proceso judicial? Si con en eso el ministro trataba de impedir a Roldán que se acoja, para su defensa, a que ha sido engañado, Belloch habría preservado el objetivo de toda la sociedad española -que Roldán sea juzgado- al precio de llevar a esa sociedad de confusión en confusión.

Y eso lleva a otro punto: Belloch ha aprendido a ocultar la verdad sin perder la compostura. Ayer mismo lo mostró. Relató que cuando llegó Roldán a España indicó a la Secretaría de Estado de Interior que enviara a la juez los documentos entregados por los supuestos agentes laosianos -"supuestos" ayer; hace una semana "policías de Laos", en boca de Belloch-, "y así se hizo". Así se hizo... 22 horas después, omitió precisar el ministro.

Hace una semana afirmó de forma tajante que "el único documento enviado por este ministerio a su colega de Laos" fue el que pedía la extradición de Roldán por los siete delitos que se le imputaban. Ayer re huyó, pese a las preguntas de Álvarez Cascos, detallar adónde fueron a parar los faxes en viados por su ministerio.

¿Por qué? Si esos documentos hubieran llegado adonde hace una semana dijo Belloch, no debería ser un problema insuperable insinuarlo. Lo que sucede es que hace siete días afirmaba que "el Gobierno de Laos, en uso de su soberanía, decidió entregar al señor Roldán", y ayer matizaba: "Creía que tratábamos con el Gobierno de Laos".

Para Belloch, ayer estaba claro que, aunque se utilizara "un subterfugio" para lograr la entrega, eso no vulneraría ningún derecho del procesado, y no vicia el proceso judicial. Habría evitado una semana de confusión y desconfianza si eso lo hubiera dicho el miércoles, cuando dejó "exclusivamente en manos de los tribunales" la interpretación de la validez de unos documentos que repartió como auténticos y son falsos.

Juan Alberto Belloch eligió ayer convertirse en el principal ariete del Gobierno contra el Partido Popular. Su arremetida consiguió poner cara de alivio a los socialistas... y que le declararan la guerra a muerte los populares.

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