_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Cuaresma

Madrid es de las ciudades que, en sus costumbres gastronómicas, mayor respeto muestra a la vigilia cuaresmal. Yo no sé si el Vaticano insiste ya tanto corno solía hacerlo en la obligatoriedad de la abstinencia o de las abstinencias los viernes de Cuaresma. Los españoles teníamos entonces el privilegio de la bula, por haber ganado, hace siglos, una larga guerra. Pero las familias siguen observando con religiosa puntualidad la costumbre de comer pescado los viernes.Los restaurantes se preparan en estos días para no ofender la conciencia abstinente de los parroquianos que deseen respetar la vigilia. Esto sin dejar de ofrecer en su carta, conociendo el pluralismo de los estómagos, platos de carne, porque ¿entra acaso en el sueldo de los cocineros velar por la salvación de las almas de sus comensales?

Tiempos ha habido de gran hipocresía en esta materia. Pues se cuenta que en cenáculos de jerarquías del glorioso movimiento, celebrados en viernes de Cuaresma en restaurantes de cinco tenedores, se entretenía a los invitados- con ensaladas y mariscos y se esperaba a que pasara un minuto de la medianoche para servir el faisán.

Bueno, pues dos amigos míos, claros varones, iba a decir, de Castilla, pero no, porque el uno es leonés y el otro de Orihuelá, se fueron a Zalacaín el Miércoles de Ceniza para celebrar, quizá olvidados del precepto, una copiosa comida. Feliciano Fidalgo y Alfonso Ortuño se encontraron con una maravillosa sorpresa. El cocinero, Benjamín Urdiáin, había preparado para ese día santo -pulvis eris et in pulvis reverteris- ¡un potaje de garbanzos! Y mis amigos que, como habría dicho Sancho Panza, "no nacieron con las malvas, sino que tienen sobre el alma cuatro dedos de enjundia de cristianos viejos", comprendieron cómo puede convertirse en refinamiento lo que fue penitencia. Me contaron el potaje, que venía con todos los ingredientes cuaresmales que la tradición manda y al cual don Benjamín, como por inspiración del cielo, le habla echado por encima unos pedacitos de bonito en aceite. "Estaba tan bueno", me dijeron, "y era tan propio del día, que se nos saltaron las lágrimas". Madrid, es que está en todo.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_