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PERSONAJES DEL CINE ESPAÑOL

"El cine es más agradecido que la vida"

Amelia Castilla

En la zarzuela La rosa del azafrán sólo hay un personaje que no habla, Don Anselmo. Ese fue el papel que Imanol representó en un escenario de Ermua, el pueblo de al lado de Éibar (Guipúzcoa) donde vivía con sus padres. Tenía 14 años, le pusieron el pelo blanco, le dieron un bastón e hizo de viejo. Por entonces ya había decidido que quería ser actor. Sus padres -"yo vengo de una familia obrera"- no acababan de tomarse en serio su pasión interpretativa. Luego, cuando cumplió los 16 y les dijo que se iba a Madrid para matricularse en la Escuela de Arte Dramátíco, se asustaron mucho.Para sobrevivir en la capital se presentó a las pruebas de figuración en la Zarzuela. Consiguió un papel de romano, de esos que salen con la lanza. Le pagaban 240 pesetas diarias y con eso aguantó hasta que fueron llegando los primeros papeles en el cine. Su oportunidad llegó en 1980 de la mano de Humberto Salas, un director cubano que se fijó en él y que le dio su primer protagonista en Cecilia, una coproducción hispano-cubana.

Pasó por pensiones sin baño y buhardillas de 60 metros, pero ahora, bien instalado en la fama, vive con Pastora Vega y con su hijo en un chalecito, situado en una de las pocas colonias que quedan en Madrid. Imanol busca estos días exteriores para su primer largometraje como director. Un asunto privado comenzará a rodarse, con Jorge Perugorría como protagonista, en los próximos meses. Cascais y Lisboa son algunas de la ciudades portuguesas por donde se moverá la cantante que un buen día decide atracar un seven eleven, filmar el asalto y componer una canción contándolo.

"Es una historia basada en la intimidad y la soledad de los fárnosos", asegura el actor, para el que ésta no es la primera vez que se coloca al otro lado de la cámara. Hace años dirigió uno de los capítulos de la serie televisiva Delirios de amor, una historia de media hora que se tituló Un instante en tu piel. En su currículo figura también una larga trayectoria como actor de teatro, una serie para la televisión, Brigada Central, y más de 30 películas.

Imanol. regresó en octubre de Buenos Aires, donde ha representado, en compañía de Pastora Vega, durante ocho meses y con gran éxito de público Calígula.

Este actor, que acaba de cumplir 39 años, asegura sentirse muy cómodo en su madurez. "Es una forma de ver la vida. A veces digo que tengo 40 años. No hay personajes que tengan 39. Yo vivo conflictos de gente que está en la cuarentena. Sólo una vez, cuando tenía 29, representé un personaje que tenía esa edad. Fue en Tiempo de silencio, la película que dirigió Vicente Aranda".

El que fuera galán nacional ha entregado el relevo a sus hermanos pequeños. "Creo que en los años ochenta se produjo un cambio generacional; desaparecieron los que estaban y aparecieron Victoria Abril, Ángela Molina y Antonio Banderas. Ahí se cortó la cosa. Luego llegaron todos esos actores de los que yo podría ser el hermano mayor. El apelativo me lo han puesto ellos. Carmelo Gómez siempre me dice que de los mayores soy el que mejor se conserva. Estoy tranquilo, Gabino Diego no puede hacer los papeles que hago yo", asegura.

En esta nueva etapa como cuarentón desea que le lluevan papeles más complejos. Ahora, en lugar de hacer de guapo espera que le den papeles de médico, de asesino o de cualquier personaje conflictivo. "El cine es más agradecido que la vida. No hay más que ver cómo envejecen y las películas que están haciendo Harrison Ford o Richard Gere. Cuando tienes 25 años sabes que eres un actor con muchas carencias y lo normal es que te ofrezcan papeles sin demasiadas complejidades".

No es partidario de hacer demasiadas películas seguidas. "Un actor no es un cheque en blanco, puedes acabar saturando. Creo que este año he visto ya tres películas de Brad Pit, y lo mismo con Tom Hanks, llegará un momento en que tendrán que descansar". Sus críticas no alcanzan a Antonio Banderas, que rueda sin descansar desde hace un par de años. "Los americanos trabajan bien, ellos lanzan una batería de disparos hasta conformar a un actor, y Antonio ha dado el resultado adecuado".

Imanol cree que el cine español atraviesa un buen momento. "Las subvenciones generaron un cine endogámico. El lenguaje, la estética, los formatos y los decorados eran los mismos. Si la industria se ha salvado es por los jóvenes. Ellos han conseguido trabajar mucho con la imagen y han empezado a hacer buenas películas". De los directores con los que ha trabajado hay tres que le gustan especialmente, aunque tienen métodos diferentes a la hora de dirigir. "Vicente Aranda hace pactos, el actor le ofrece una camioneta diaria y él escudriña tras la cámara y se queda con lo que quiere; Uribe es muy pasional, y Almodóvar te acompaña en todo, te hace sentirte el peor actor del mundo por su capacidad de exigencia y su capacidad de actuación. Te vuelve loco para hacer una escena en la que, sólo tienes que decir: 'Me tengo que ir dentro de una hora al aeropuerto', pero el resultado final es impecable".

Si tuviera que elegir entre el teatro o el cine no sabría con qué quedarse. "El teatro es como la pintura o la alfarería, un arte comprometido que se transforma todos los días. El cine es como la fotografía, para encontrar un momento vivo hay que hacer toda una preparación, se va momento a momento".

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