_
_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Evitar el Estado policial en Rusia

Pilar Bonet

El asesinato del periodista VIadislav Lístiev, una de las estrellas de la televisión, ha servido de detonante para un intenso debate político sobre la situación en Rusia y ha redoblado las críticas a la gestión de Borís Yeltsin. Pero bien utilizado, el caso ofrece a Yeltsin la oportunidad de restablecer su control en todas las estructuras televisivas de Rusia, lo que sería muy importante ante las presidenciales de 1996.En un acto sin precedentes, retransmitido el jueves por todas las cadenas del país, prestigiosos periodistas analizaron el proceso de reformas que se inició con la llegada de Mijaíl Gorbachov al poder. Del acontecimiento, que marcó el inicio de la perestroika, se cumplen 10 años la semana próxima. Los protagonistas del debate televisivo examinaron también la encrucijada en la que se hallan los dirigentes, escindidos entre el deseo de continuar la democratización y la tentación de imponer un régimen de mano dura. Esta tentación fue expresada por el presidente, quien puso el ejemplo de Uzbekistán, donde, según él, la situación "mejoró" tras el fusilamiento de varias bandas delictivas. Yeltsin puntualizó que no pensaba imponer un estado de excepción en Rusia, pero se hacen cábalas sobre lo que quiso decir al afirmar que la conclusión de la muerte de Lístiev es: "Ternernos convertir a Rusia en un Estado policíal y por eso tememos endurecer la lucha contra la criminalidad".

Los periodistas fustigaron al presidente, ante los desesperados intentos de Yevgueni Kisiliov, comentarista de la Televisión Independiente, de repartir las responsabilidades por el desgobierno actual entre Gorbachov y Yeltsin. Esta cadena, la. más crítica respecto a la guerra de Chechenia, ha moderado su tono después de la reciente renovación de su licencia por cinco años.

Alexandr Politkovski, que en 1987, junto con Lístiev, fue uno de los fundadores del programa Vzgliad (La Mirada), manifestó que en "un Estado criminal" el nombre del asesino no será revelado nunca. Serguéi Dorenko dijo que la diferencia con el pasado es que antes había una mafia con un solo Polithuró y ahora muchas banclas cuyas relaciones son confusas. "Con la muerte de Lístiev pueden exigir que haya una sola banda", señaló: Artiom Borovik afirmó que los periodistas estánfrente a "una pandilla de asesinos", respaldados por la mafia y el poder "fúndido con esta mafia". "Chechenia ha mostrado que se puede matar a toda una población", dijo.

Gorbachov, que se encontraba en la sala, aprovechó la ocasión para calificar al poder "autoritario" y prevenir contra la tentación dictatorial. El comentarista Nikolái Svanidze afirmó que no era partidario de "cambiar a Yeltsin por [el líder ultracomunista Víktor] Aripílov". "El poder no debe defenderse de los ciudadanos, sino a los ciudadanos de los bandidos".

Tras el asesinato, Yeltsin ha destituido al fiscal de Moscú, Guennadi Ponomariov, pero esta decisión fulminante ha sido criticada por la prensa e incluso por organizaciones de derechos humanos. Ponomariov era considerado como uno de los pocos personajes independientes que quedan en la fiscalía, cuya dirección está ocupada "en funciones" por Alexéi lliushenko. Este allegado a Yeltsin ha sido rechazado repetidamente por el Parlamento.

Para satisfacer a la opinión pública haría falta que rodaran cabezas más importantes; por ejemplo, la de Víktor Yerin, el ministro del Interior, a quien Yegor YákovIev, el director de Obshchaya Gazeta, calificó de "héroe de la revolución criminal", arrancando aplausos de sus colegas.

Únete a EL PAÍS para seguir toda la actualidad y leer sin límites.
Suscríbete

El problema de la lucha contra la criminalidad en Rusia no está en la falta de medios sino en la misma concepción de los poderes fácticos, más orientados hacia la defensa de los dirigentes que al servicio de los ciudadanos. Según el Ministerio de Finanzas, el 38,43% de los gastos presupuestarios en enero y febrero se han invertido en Defensa y Orden Público. Por otra parte, el decreto de lucha contra la delincuencia que Yeltsin firmó en 1994 da a los órganos del Orden Público enormes facultades para detener, registrar, escuchar y perseguir a los sospechosos. La policía actúa con gran libertad y con gran impunidad. Y esto lo demuestran no sólo los relatos que llegan de Chechenia, sino también sucesos de Moscú, como detenciones y palizas arbitrarias a quienes han tenido la desgracia de ser testigos de una riña callejera. No es de extrañar que la primera reacción de un ciudadano ante un agente del orden sea cambiar de acera. Por si acaso.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Sobre la firma

Pilar Bonet
Es periodista y analista. Durante 34 años fue corresponsal de EL PAÍS en la URSS, Rusia y espacio postsoviético.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_