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Balladur se echa a la arena entre señales de que su candidatura pierde fuelle

Enric González

Édouard Balladur, el candidato a la presidencia de Francia, está resultando menos convincente que Édouard Balladur, el primer ministro francés. Los sondeos siguen dándole ganador, pero a nueve semanas de la primera vuelta electoral se estrecha día a día su ventaja respecto al también gaullista Jacques Chirac y al socialista Lionel Jospin. La insipidez de su programa, la rendición frente a los estudiantes y las groseras amenazas contra los jueces de su hombre fuerte Charles Pasqua han configurado una semana muy negativa para el principal aspirante a la presidencia, que ayer pronuncio su primer mitin en los suburbios de París.

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Balladur tiene aún razones para sentirse optimista. Ninguno de sus dos grandes rivales, Jacques Chirac y Lionel Jospin, ha adquirido aún el impulso necesario para vencer. La perspectiva básica sigue siendo la misma de siempre: a falta de rival, gana Balladur. Pero el primer ministro-candidato tiene razones para inquietarse. La serenidad que le ha hecho popular como jefe del Gobierno no sirve para imponerse como candidato a la presidencia.Del monarca republicano de Francia se espera algo más que orden y pragmatismo, y Balladur no muestra, de momento, el halo de carisma que distingue del resto de los políticos al todopoderoso presidente. Las elecciones presidenciales francesas son, cada siete años, un acontecimiento que excede los cálculos políticos rutinarios. El llamado "encuentro de un hombre con un pueblo" tiene algo de mágico y a Balladur le falta magia. Podría estar ocurriendo lo contrario de lo que esperaban los balladuristas: el primer ministro no refuerza al candidato, sino que, al revés, el candidato debilita al primer ministro.

Ni siquiera el favoritismo mostrado por todas las cadenas de televisión hacia Balladur, y denunciado el miércoles por el Consejo Superior de los Medios Audiovisuales, está funcionando en la precampaña del primer ministro. El clima social es de desánimo y desinterés, y algunos analistas electorales comentan, en privado, que las presidenciales de 1995 pueden sufrir el estigma de una elevada abstención. Con su debilidad frente a los estudiantes y su retirada de todos los proyectos de liberalización de la enseñanza, Balladur no ha conseguido ganarse a la juventud, sino más bien al contrario. Los estudiantes volvieron a manifestarse ayer en las principales ciudades francesas para cantar victoria y ensañarse con un primer ministro al que intuyen a la vez autoritario e inseguro.

El problema de Pasqua

Pero el principal problema de Balladur ha aparecido en el hombre que prometía garantizar la victoria: Charles Pasqua, el tormentoso y populista ministro del Interior.

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Tras casi dos años de buen comportamiento, Pasqua ha recuperado los modos de 20 años atrás, cuando ejercía como matón gaullista. Intentó bloquear una investigación judicial sobre la financiación de la Reagrupación para la República (RPR), el partido gaullista, con un falso delito de chantaje organizado desde su oficina; al ser desenmascarado por el Consejo Superior de la Judicatura, lanzó graves descalificaciones contra los jueces y consiguió con ello reforzar la sospecha de que algo debía oler muy mal en las finanzas de su partido y en las del departamento que preside Pasqua, el de Hauts-de-Seine, el más rico de Francia.

Balladur pronunció anoche en los suburbios de París su primer mitin. Sus asesores saben que no tiene hechuras de mitinero y confían casi exclusivamente en sus comparecencias televisivas para ganar votos.

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