Una chapuza
Faltaba casi todo: la banda de música, que no compareció, y las cuadrillas hicieron el paseíllo en silencio, como si fuera el aniversario de la muerte de Joselito; se olvidaron las banderillas, y la torería hubo de esperar el segundo tercio puesta en jarras -con la postura cañí que conviene al caso, se quiere decir- a que un corpulento señor fuera a buscarlas a la calle volviese con la caja garapullera, la abriera ... ; faltaron los picadores, cuya intervención era necesaria, visto el género que soltaron por los chiqueros; los cañones de calor que estuvieron metiendo en el tendido los cálidos días anteriores, sumiendo a los espectadores en un sofoco enfermizo (algunos creían que les había llegado la menopausia), no funcionaron, a pesar del frió helador. O sea, una chapuza.Y resulta que la empresa organizadora de la corrida no era la habitual de Valdemorillo, Sarot, sino la de las ventas, Toresma, que la tenía pendiente desde el año anterior y formaba parte de sus obligaciones contractuales con la Comunidad de Madrid. Luego quieren las gentes del toro que las tomen en serio. Una ridícula pretensión, naturalmente, pues en la actual fiesta lo único verdaderamente serio es el propio público, que paga religiosamente su boleto y además a un precio desorbitado.Sobró toro
Matías / Villain, Revuelta, Cavero
Novillos de Álvaro Matías, con trapío, fuerza y casta. José Villain: estocada trasera 14 descabellos -aviso- y seis descabellos (palmas y saludos); estocada atravesada que asoma, pinchazo y descabello (silencio). Andrés Revuelta: estocada corta perpendicular trasera, rueda de peones y descabello (aplausos y salida al tercio); tres pinchazos -aviso- y estocada trasera (oreja). David Cavero: pinchazo -aviso- y estocada corta (silencio); media trasera atravesada a paso banderillas, rueda de peones, cinco descabellos -aviso- y descabello (silencio). Plaza de Valdemorillo, 9 de febrero. 51 corrida de feria. Floja entrada.
A veces también es serio el toro, pero eso sólo suele ocurrir cuando lo lidan toreros modestos, y tal fue el caso. En un festejo chapucero donde faltaba casi todo, sobró toro, y se echaron de menos picadores que ahormaran sus temperamentales embestidas. Sacaron seis novillos con trapío, fuertes y encastados; seis novillos prontos a los cites, de revoltosa codicia, indómitos para unos novilleros inexpertos.
El sexto tenía más cuajo que ninguno, poder, genio agresivo y sembró el desconcierto: coladas, sobresaltos, ayes y suspiros, pasadas, carreras, saltos al callejón, capotes en el redondel. Le correspondió a David Cavero, y el hombre hilo lo que pudo, sorteando la bronca embestida que avisó la mala lidia. Le correspondió, a David Cavero el lote de mayor respeto y dificultad, pero al novillo que hizo tercero consiguió embarcarlo por derechazos y naturales bien templados, cargando la suerte.
Estaba en el ánimo de este torero novel y en el de sus compañeros aprovechar la mínima oportunidad que se les presentara de instrumentar el toreo bueno, y dejaron constancia de su pundonor y estilo. José Villain y Andrés Revuelta lancearon con gusto por verónicas y por tijerillas. Villain, siempre valeroso, dio sus mejores pases al primero. Revuelta banderilleó decidido, ganando guapamente la cara de los novillos, que se le arrancaban recrecidos, y sus dos tandas de redondos más una de naturales al quinto, ligadas con gusto y fundamento, merecieron la general complacencia y el premio de una oreja. Durante la faena se oía gritar en los tendidos "¡Música!", pero ya se ha dicho que la banda no compareció, Dios la bendiga por eso. Y sólo hubo olés y ovaciones, lo que aún es mejor. Un torero oye en plena faena los olés rotundos y las ovaciones encendidas del público, y se cree que le están tocando Parsifal.
Babelia
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