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DEBATE SOBRE EL ESTADO DE LA NACIÓN

Un agonizante vivo

Felipe González demostró ayer que es un agonizante muy vivo. Un gobernante con una credibilidad que se desmorona y que, sin embargo, merece el crédito que no consigue reunir quien tiene a su favor el "no estar manchado". UN líder con tres frentes judiciales abiertos -caso GAL, fondos reservados y Filesa-, pero que puede dejar clavado a su principal adversario, Aznar, echándole en cara que no tuvo inconveniente en dar una respuesta política a la intervención de la justicia en el caso Naseiro al denominarle caso Manglano. Un dirigente parlamentario, González, correoso, y rápido de reflejos para retirar una carta y conseguir que caiga el castillo de naipes levantado por su rival. Porque "es una broma", le dijo a Aznar, ofrecer un pacto sobre un conjunto de leyes después de haber pedido unas elecciones... que se tendrían que convocar el mes que viene.

González supo atacar donde podía hacer más daño. Le recordó a Aznar que un consejero suyo en Castilla y León [Miguel Pérez Villar] está procesado, mientras que en 12 años de gobierno ningún ministro socialista ha sido inculpado por un juez. Le recordó que el año pasado negaba la recuperación económica y descartaba que pudiera haberla con este Gobierno, cuando los hechos han demostrado que la mejoría se ha producido, y sin cambiar de Gabinete. Y convirtió en un desliz sospechoso la ironía de que la mayoría parlamentaria puede tener algo de enfermizo.

Aznar reaccionó indignado. Le había puesto sobre la mesa la larga ristra de dimisiones y escándalos de corrupción, y le resultaba inaudito que González pretendiera "dar lecciones de autoridad moral". Le miraba desde su escaño con el ceño fruncido. Con la mirada de quien no da crédito al desparpajo que está oyendo. Y González, efectivamente, le estaba hablando con desparpajo. Al ataque. Crecido en las réplicas y dejando desconcertado a quien esperaba encontrarle atenazado por todo lo que le ata.

Y, sin embargo, se mueve. Eso es algo a lo que Aznar no parece adaptarse. Es como si creyera que el peso que González lleva sobre la espalda tuviera que inmovilizarle inexorablemente.

El líder del PP volvió a proclamar a los cuatro vientos que el presidente del Gobierno carece de credibilidad, que mientras continúe persistirá la inquietud acerca de qué día le retirará el apoyo Pujol. En definitva, que mientras el siga, la crisis estará sentada en el Consejo de Ministros. Pero lo de ayer no parece que fuera "un simple gesto teatral", como caricaturizó Aznar al comienzo de su discurso, sino la comprobación de que el Gobierno, incluso agonizante, puede sobrevivir un año más con cierta calidad de vida.

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