Vigorosa presencia internacional
La participación internacional en Arco 95 -tiempos de estrechez obligan- sigue quedando lejos de aquella euforia del periodo 1989-1992, con su centenar largo de galerías extranjeras. Con todo, más allá de las ausencias notables o las inclusiones pintorescas, el horizonte dibujado por las 76 galerías que conforman la presencia internacional en esta nueva edición de la feria madrileña nos ofrece un panorama de notable nivel y rigor en el que destacan algunas ofertas de calidad, incluso, extraordinaria.Aun dejando aparte el caso singular de USA en Arco, no es posible iniciar este balance de las citas obligadas que el arte internacional brinda al visitante madrileño sin destacar, ante todo, ese doble espacio de la Pace Wildenstein que, junto a la escultura clave de Picasso La mujer en el jardín, incluye un notable lienzo de 1947 del pintor malagueño, una impactante cabeza de Baselitz y, entre otras, piezas de Antoni Tàpies, Claes Oldenburg, Mangold, Flavin o Shapiro.
Entre los pabellones más rotundos destacaré a su vez el de Hans Mayer (con sus Longo, Charlton, Paik, Lawrence Carroll, Ford Beckman y Tuttle), el de Giorgio Persano (con Pistoletto, Calzolari, Sarmento y Gerhard Merz), el de O. M. R. (con el muy interesante Yishai Jusidman y los Elizondo, Mateo y Diego Toledo) y el de Pedro Oliveira (por los Gormley y las piezas de Burmester y Rosa). E imprescindibles son también espacios clásicos como los de la Waddington -donde destacaré muy especialmente un Picabia de fuste y un Scully- o la Marlborough, con buenas piezas de los artistas de la galería y, ante todo, dos emocionantes desnudos de Kitaj.
Imprescindibles
De interés notable resultan asimismo las propuestas de galerías como Springer & Winckler (por sus Baselitz), Kaj Forsblom (con sus Picasso, Miró, Chillida, Soto o Venet), Annely Juda (con un notable Rodchenko, los proyectos de Kawamata y las piezas de Nash) y Thaddaeus Ropac (por los Galán, el Lasker y el Marie Jo Lafontaine).
Por último, en su deambular por la feria, el visitante no debería perderse tampoco otros encuentros singulares. Ya sean piezas puntuales en la oferta de las galerías foráneas o de lo que algunos artistas internacionales brindan nuestros propios galeristas. Así, por ejemplo, los Louise Bourgeois de Ramis F. Barquet, el Merz de Christian Stein, un Morandi delicioso en Farsettiarte, el Twombly de Jorge Mara, los Torres García de Guillermo de Osma, el Stella de Gimpel Fils, el Óscar Domínguez, el Luis Fernández y un Arroyo histórico de Natalie Seroussi, la pintura al fuego de Klein en Reckermann, la gráfica de Braque en Estiarte, los Per Barclay de Oliva Arauna, el Kipenberger y el Cabrita Reis de Juana de Aizpuru, el Forg y el Klauke de Spectrum o las esculturas de Annette Koefoed en la Heger.
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